domingo, 26 de agosto de 2018

Comentario al Evangelio del XXI Domingo de Tiempo Ordnario (26 de Agosto del 2018)

XXI Domingo de Tiempo Ordinario
Evangelio segun San Juan 6, 60-69

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».


1. ¿Qué nos quiere decir Juan, en este Evangelio?

La primera novedad del evangelio de hoy es el cambio de "auditorio": Jesús dialoga ahora con sus discípulos. Son los mismos que estuvieron presentes y activos en la narración de la multiplicación de los panes; luego se hizo referencia a su traslado a la otra orilla donde tendrá lugar el discurso de Jesús sobre el pan de vida (6,22.24). Ahora el evangelio nos trae su reacción ante las palabras de Jesús: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". "Duro" (sklērós σκληρός) tiene aquí el sentido de pesado, difícil de sobrellevar o aceptar. Es decir, las palabras de Jesús les resultan inaceptables; en concreto las rechazan, no adhieren a las mismas. 

Jesús, por su parte, interpreta esta queja como una murmuración. Se trata de la misma actitud que condenaba en los judíos en este mismo capítulo (6,41.43). Recordemos que la murmuración tiene como raíz el no entender el obrar de Dios. Es, en cierto sentido, lo opuesto a la fe como aceptación del misterio de Dios, los discipulos no las pueden aceptar, se frenan, se bloquean. Por tanto escandalizarse es la actitud contraria de creer-confiar-aceptar. 

En 6,62 Jesús redobla la apuesta por cuanto afirma que todavía no han visto u oído todo, pues debe subir a dónde estaba antes, esto es, junto a Dios. Tal vez se clarifique el sentido de esta expresión si recordamos lo que Jesús decía a Nicodemo: "Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. 

Por tanto, Jesús les dice a sus discípulos que su pasión será un mayor motivo de escándalo que su discurso del pan de vida; que la realidad de su muerte en cruz por la salvación de los hombres será más difícil de aceptar que su actualización sacramental en la Eucaristía. 

Siguiendo con el tema de la dificultad de creer que afecta a los discípulos, Jesús los invita a cambiar de perspectiva, de mirada, pues aquí está la raíz de la dificultad. En este contexto la expresión: "El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida" (6,63) significa que las palabras de Jesús no se pueden entender con la sola capacidad humana (la carne) sino sólo con el Espíritu. La revelación que trae Jesús es una vida que sólo se comprende desde el Espíritu, y sólo el Espíritu comunica esa vida. Algo semejante le decía ya Jesús a Nicodemo cuando no entendía el sentido de "nacer de nuevo": "Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu" (Jn 3,6). 

Los versículos siguientes (6,64-65) nos confirman esta interpretación pues Jesús, después de hacer referencia a la incredulidad de algunos de sus discípulos y a la traición de Judas, vuelve a insistir en que la fe es un don del Padre. Ya en 6,44 Jesús les había dicho a los judíos que "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió"; por tanto también en esto la actitud de los discípulos es equiparable a la de los judíos: se resisten a la atracción de Dios, por lo que muchos de sus discípulos dejaron de seguirlo: "se volvieron atrás y ya no caminaban con él" (v. 66). 

En síntesis: muchos de los discípulos de Jesús han tenido al final la misma actitud que los judíos, sus anteriores interlocutores. En particular comparten con estos la murmuración y la falta de fe, la cual no han sabido recibir como don del Padre. 

En 6,67 aparece identificado un nuevo grupo y auditorio: el de los doce. En el evangelio de Juan, fuera del capítulo 6, sólo en Jn 20,24 se utiliza este término para referirse a los seguidores más cercanos de Jesús; mientras que su uso es mucho más abundante y preciso en los sinópticos, por donde sabemos sus nombres y su condición de apóstoles. Lo cierto es que los “doce” son presentados como un grupo aparte de los discípulos; y a ellos en particular les dirige Jesús ahora su atención. Y lo hace de modo algo chocante, como si les leyera la expresión de sus rostros: "¿también ustedes quieren irse?". 

Pedro asume el liderazgo del grupo y toma la palabra: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (6,68-69) 

En primer lugar Pedro demuestra que ha entendido el mensaje de Jesús pues reconoce que sus palabras son de vida eterna (ζωῆς αἰωνίου). Varias veces a lo largo del discurso Jesús ha hablado de la vida eterna y Pedro confiesa que sólo Jesús tiene palabras de vida eterna; por ello no hay otro a quien ir. Notemos que aquí la cuestión es ante todo seguir a alguien más que a unas ideas. Así, de modo indirecto, Pedro manifiesta la intención de los doce de seguir con Jesús. Más aún, según la siguiente expresión de Pedro, los doce han creído en Jesús y lo reconocen como el Santo de Dios. Estos verbos están en tiempo "perfecto" que en griego se utiliza para una acción del pasado que se continúa en el presente. Su traducción literal sería: “hemos creído y seguimos creyendo; hemos conocido y seguimos conociendo”. Recordemos, además, que el verbo conocer en Juan no se refiere tanto a una acto intelectual sino a una comunión de vida. Es decir, por la fe "han ido a Jesús" y por el conocimiento "han entrado en comunión con su divinidad". En efecto, la expresión "santo de Dios", única vez que aparece en Juan, significa que Jesús pertenece a la esfera o dimensión de lo divino pues santo es todo aquello que está consagrado a Dios. 

En síntesis: sólo este tercer grupo (diferente de los discipulos, y de los otros ya que lo dejaron de seguir), el de los doce, ha respondido bien al signo y a la enseñanza posterior de Jesús. Han reconocido en las palabras de Jesús la revelación de la vida eterna que el Padre ofrece a todos los hombres; y la han aceptado, han creído que Jesús es el enviado del Padre para comunicar esta vida, que es el Santo de Dios.

2. ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso me pide, hoy el Señor?
Hay personas con grandes dificultades para tener relaciones personales estables porque no son capaces de tomar decisiones, no son files o perservantes, son volubles, inconstantes, indecisas, al no lograr tener relaciones personales estables sufren una terrible desolación. Al igual que las relaciones ordinarias de la vida ocurre con la relación personal con Dios que la llamamos fe, la que como toda relación debemos reafirmarla continuamente, ya que tiende a la infidelidad. Y quién nos tienta contra la fe? Pues nos tientan los ídolos como son el dinero, el poder, la mentira, en el destino, la suerte o la fatalidad. 

A esto se refiere precisamente la primera lectura de hoy en donde Josué obligó al pueblo de Israel a tomar una decisión: reafirmar su fe en el Señor o decidirse por los idolos. "Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor". (Jos 24, 15)

Por su parte el Evangelio, nos cuenta que Jesús también obligó a sus discípulos a tomar una decisión. Dice el texto que "muchos de sus discípulos, al oír a Jesús, dijeron: "Esta doctrina es inadmisible ¿Quién puede aceptarla? " El Señor aclara: "Os digo que nadie puede aceptarme, si el Padre no se lo concede. Desde entonces, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no iban con El". Sin embargo Simón Pedro dijo "Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".

Existen personas que nunca toman una decisión, todo lo dejan a la suerte, a donde los lleven las ocasiones. Si son cristianos es porque les tocó, dicen, pero no porque alguna vez hayan tomado una decisión por el Señor, por el Evangelio, por su Iglesia. Con la misma facilidad, cuando sopla un viento contrario se dejan arrastrar y van a caer a la primera secta que se les presenta o se entregan a la total indiferencia e incredulidad. 

Estas gentes no saben qué es la fe pues como dice St 1, 6-8: "Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento. El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder."

Hay personas cuyas relaciones personales están determinadas por los intereses económicos o de otro orden, como p.e. personas que se casan por dinero o posición social, así esta relación personal de noviazgo, amistad o matrimonio, no tiene base sólida y por eso se derrumba al primer vendaval. Lo peor que así es su relación con Dios: interesada. Creen en Dios si les hace milagritos, si les da lo que le piden, si se les aparece "la Virgen" o algún ser sobrenatural, por lo que no es Dios el que le interesa sino sus "milagros".

A estas personas le dice San Agustín: "Hablaré sin rodeos al hombre avaro y le diré ¿invocas a Dios? ¿Por qué invocas a Dios? Para conseguir ganacias, me dirá., Luego, invocas a las riquezas, no a Dios... ¿Quieres invocar a Dios? Invócale gratis". Y es que si tú te relacionas con Dios exclusivamente para que te dé cosas, se trata de un negocio, de una relación interesada, y todos sabemos lo repugnantes que son las relaciones interesadas.
Las personas que a toda hora le están exigiendo a Dios maravillas, milagros, apariciones, es porque no saben quién es Dios y además, no saben tener relaciones gratuitas, sus relaciones son interesadas, son un negocio y en consecuencia estas personas no conocen el amor, porque amar es relacionarse con alguien por ser quien es, no por lo que tiene. Si esto se da en las relaciones humanas humanas !Cuanto más tenemos que decirlo en esas relaciones con Dios, que se llama fe!

La fe, como toda relacion personal, hay que confirmarla diaramente proque la fe tambien se vive como un proceso, es un caminar diario que se recorre con Dios. Y caminar con Dios es tarea de todos los dias. Es necesario que empeces el dia haciendo un acto de fe, es decir, de confianza, de fidelidad, de reconocimiento de Aquel con quien te relaciones, y a si mismo, es neceario que en medio de las tempestades de la vida reafirmes tu fe en Aquel que está contigo y no te desampara.


3. ¿Qué respuesta le voy a dar hoy al Señor?
  • ¿En qué momentos de tu vida te has sentido tentado de dejar de seguir al Señor?
  • ¿Hubo alguna circunstancia externa que lo motivara?
  • ¿Qué o quienes te ayudaron a seguir adelante?
  • ¿En qué situaciones descubro que mi opción por Jesús es un riesgo y una aventura que vale la pena recorrer a pesar de todo?
  • ¿También ustedes quieren irse?¿Que pistas descubrimos en este pasaje que nos ayudan a saber como actuar cuando a nuestras comunidades les resulte dificil seguir el camino cristiano?
  • ¿Cómo podemos ayudar quienes se encuentran en esta situacion de falta de fe?




Fuente: Varios Autores
Transcripción y Sintesis: Jorge Mogrovejo M.

domingo, 19 de agosto de 2018

Comentario al Evangelio del XX Domingo de Tiempo Ordinario (19 de Agosto del 2018)

XX Domingo de Tiempo Ordinario

19 de Agosto del 2018 
Evangelio según san Juan 6, 51-59

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo."
Los judíos discutían entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer carne?"
Jesús les dijo: "En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.
Así habló Jesús en Cafarnaún enseñando en la sinagoga.


1. ¿Que nos quiere decir Juan en el Evangelio de hoy?
Con el texto de hoy se cierra el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm (6,59). Del evangelio leído el domingo pasado recordemos que Jesús había afirmado que el Padre nos daba la gracia de creer y, al mismo tiempo, nos alimentaba con el Pan de vida; para terminar identificando el pan de Vida con su carne entregada para la vida del mundo (v. 51).

Los judíos entienden estas expresiones de Jesús en sentido literal ("¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?") y, por eso, se escandalizan y discuten entre sí (v. 52). Las palabras de Jesús los ha puesto violentos pues el verbo griego que se traduce por "discutir" - májomai (ma,comai) - tiene el sentido fuerte de pelear o querellar (cf. He 7,26; 2Tim 2,24; Stgo 4,2). Es decir, reaccionan con violencia ante tal afirmación de Jesús.

Entonces Jesús les responde insistiendo en la necesidad de alimentarse de su carne y su sangre para tener vida eterna (vv. 53-54). Su carne es verdadera comida (condición terrenal y mortal de JesúS) y Su sangre es verdadera bebida (vida entregada, donada por Jesús.)(v. 55), una clara alusión a la entrega sacrificial de Cristo por la redención de los hombres.

Estás afirmaciones les provocan una mayor exasperación por cuanto declara solemnemente que no sólo hay que comer su carne, sino también beber su sangre para tener vida. Esto último, estaba explícitamente condenado por el AT (cf. Gn 9,4; Dt 12,16.23; Lv 3,17).

Como bien explica L. H. Rivas: "El Hijo del hombre designa, sobre el trasfondo de la apocalíptica judía, al personaje celestial pre-existente que desciende del cielo y que vuelve otra vez al Padre (3,13; 6,61). Al indicar que este alimento será dado por el Hijo del hombre y que consistirá en su propia carne, se revela el carácter escatológico de esta comida. La carne y la sangre que se ofrecen como alimento necesario para tener vida no pertenecen a un cadáver, sino son carne y sangre glorificada".

En los versículos 54-58 aparecen ideas nuevas muy importantes. En primer lugar se afirma que el verdadero pan bajado del cielo es la carne de Cristo entregada por la vida del mundo. Aparece también la sangre como verdadera bebida. Estos elementos hacen referencia claramente a la Eucaristía como sacramento de la entrega sacrificial y salvífica de Jesús en su pasión y muerte, en su entrega en obediencia al Padre. El texto griego se utiliza en los vv. 54-58 un verbo diferente para expresar la acción de comer, troghein, con el sentido fuerte de masticar que el otro verbo, phagein, utilizado antes en los vv 49-51, no tiene. Este cambio puede deberse a una intención teológica de Juan que indica el paso del comer como asimilación por la fe de la Persona de Jesús, al comer como asimilación de la Eucaristía, de comulgar diríamos hoy. 

Como bien señala V. Mannucci: "mediante la fe y el sacramento de la Eucaristía indisolublemente unidos, los creyentes se apropian de la persona de Cristo Jesús, el Revelador y el Salvador del mundo; al mismo tiempo que de la Vida Eterna, la cual es fruto de su encarnación y de su pasión-glorificación".

En lo que sigue Jesús explicita otras consecuencias, efectos o frutos que se derivan de comer su carne y beber su sangre:
  • En primer lugar "permanece en mí y yo en él" (v. 56). Hay una mutua permanencia entre Jesús y el que come y bebe su sangre. El verbo “permanecer” (ménein me,nein) aparece 40 veces en el Evangelio de Juan y su sentido es variado, como lo reflejan las traducciones: morar, permanecer, habitar, quedarse, estar. En este Evangelio de hoy es claro su sentido de permanecer, estar unido o vinculado firme y establemente. 
  • En segundo lugar nos descubre la fuente y la orientación de la verdadera vida: "Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí" (v. 57). Según M. Zerwick la preposición dia (dia.) utilizada dos veces en este versículo en la expresión "vivir por" señala al mismo tiempo tanto la fuente de la vida como el fin al cual esa vida es consagrada. Lo explica muy bien R. Cantalamessa: "La preposición «por», en esta frase, indica dos cosas o dos movimientos: un movimiento de procedencia y un movimiento de destino. Significa que quien come el cuerpo de Cristo vive «de» él, es decir, en virtud de la vida que proviene de él, y vive «para» él, es decir, para su gloria, su amor, su reino. Como Jesús vive del Padre y para el Padre, así también, al comulgar con el santo misterio de su cuerpo y de su sangre, nosotros vivimos de Jesús y para Jesús".
  • En tercer lugar está el fruto de la vida eterna: "El que coma de este pan vivirá eternamente" (v. 58). Como vimos, este fruto ya se otorgaba al que recibe en la fe a Jesús.

2. ¿Qué mensaje nos trae el pasaje y qué compromiso me pide h¡oy en el Señor?

"El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día
¿Cómo se cumplen estas palabras de Jesus hoy en nosotros?

La Eucaristia que celebramos los cristianos en todos los lugares de la Tierra y particularmente los domingos es una celebración muy rica de significados y contenidos. Pero el contenido es esencial y principal es que en esta celebración nos encontramos con Cristo hecho alimento espiritual para nosotros.

¿Cómo es posible esto? Antes de morir Jesús estableció la Eucaristía y dijo: hagan esto en recuerdo o memoria mía hasta que yo vuelva. Cuando Jesús resucitó, tenía la costumbre de manifestarse a sus discípulos cuando éstos estaban celebrando la Eucaristía o la cena, y así les dió plenamente a entender que el Cristo presente en la Eucaristía es el Cristo resucitado que está presente en toda la comunidad cristiana que celebra la Eucaristía y está presente como alimento que quienes participan allí.

Cuando los cristianos nos reunimos para celebrar la Eucaristía lo hacemos porque Cristo nos lo mandó, porque Él está allí presente, como una fuerza espiritual y nos habla allí como habló a sus discípulos, porque está allí presente para alimentarnos con la fuerza espiritual que allía Él está irradiando, porque la Eucaristía llega a ser el corazón de la oración cristiana, su culmen, fuente y cumbre de toda la vida cristiana (LG 11).

Cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía nos reunimos para encontrarnos con Cristo. Allí Él nos alimenta  con el perdón, nos da la Paz, nos enseña con su palabra cómo vivir, qué creer, qué esperar. Nos fortalece para caminar por el mundo. Nos  consuela en nuestras luchas y nos llena de esperanza que vence todos los fracasos, hasta el de la muerte. Alimentarse de Cristo es alimentarse de la fuerza sobrenatural, del poder mismo de Dios, de la fuerza del perdón y de la paz, de la fuerza la fe y de la esperanza, de la fuerza misma del amor. 

El Evangelio de hoy es uno de esos pasajes que nos lo pone difícil si lo tomamos en serio, pero a cambio puede ayudarnos a entender dónde está el secreto de la vida verdadera. Actualicemos y acerquemos nuestra vida a lo que nos ha sugerido la lectura de este pasaje

  • La Eucaristía no puede ser un acto privado de devoción, sin implicaciones concretas en nuestra vida social y comunitaria. 
  • Celebrar la Eucaristía no puede dejarnos indiferentes ante los problemas y realidades que nos rodean.
  • Lo que celebramos en la fracción del hoy es algo misterioso, el don de la vida. La única comparación que se me ocurre es la del niño en el vientre de su madre, que vive gracias a ella. Celebrar la acción de gracias es mucho más que un recuerdo de lo que Jesús hizo y de que Jesús volverá. Significa alimentarnos de la vida que Él tiene. (José Luis Sucre) 


3. ¿Qué respuesta le voy a dar hoy, al Señor?
  • ¿Qué aspectos de este pasaje me han resultado más interesantes a la hora de comprender mejor lo que celebramos en la Eucaristía?
  • ¿En qué sentido me ayuda la celebración de la Eucaristía a alimentar tu vida de fe? ¿Cómo me ayuda a estrechar la relación con Jesús y con el Padre?
  • ¿A qué nos compromete el celebrar el memorial de la muerte y resurección de Jesús?
  • ¿Es la Eucaristía fuente de esperanza para mi vida?
  • ¿Cómo me ayuda a ser fuente de esperanza para los que me rodean?

Fuente: Varios autores
Síntesis: Jorge Mogrovejo M.




viernes, 10 de agosto de 2018

Comentario al Evangelio del XIX Domingo de Tiempo Ordinario (12 de Agosto del 2018)


DOMINGO XIX B 12 Agosto 2018

Evangelio Según San Jn 6,41-51

Los judíos murmuraban porque había dicho que era el pan bajado del cielo; y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo? Jesús les dijo: No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día. Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre; ése ha visto al Padre. Les aseguro que quien cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne. 

1.- ¿Qué nos quiere decir Juan en este evangelio?

El evangelio este domingo continúa el discurso y la polémica sobre el pan de vida. El evangelista no pierde ninguna oportunidad para establecer la conexión la multiplicación de los panes y el discurso sobre el pan de vida. Juan nos coloca frente a frente con Jesús en su realidad humana, en cuanto “Verbo hecho Carne”, y en su realidad divina, en cuanto Pan “bajado del cielo”. En medio de estos dos polos, el de la divinidad y el de la humanidad, se coloca una vez más el término “Pan”, que adquiere ahora un sentido más profundo. 

La Palabra (=Verbo) se hace “carne” y la “carne” se ofrece como el “pan”. Así como Dios actúa desde el cielo para vivificar el mundo, en la Eucaristía se encuentra el doble movimiento: El de la oblación sacrificial de Jesús que va camino hacia el Padre, y en esa entrega pone al hombre en la dirección de la comunión de vida con Dios. Y el don del Padre que, ofrece a su querido Hijo para salvar al mundo. 

Pero frente a esta “revelación” cuenta mucho la actitud de parte de la persona. En el pasaje que leemos este domingo notamos un giro importante. La multitud buscadora, sedienta de conocimiento de Dios, a la que Jesús llevó pedagógicamente a esta toma de conciencia, se comporta ahora como los judíos incrédulos de otros tiempos en el desierto, cuando ponían en duda la capacidad de Dios para salvarlos. 

Jesús acababa de presentarse como el “Pan de la Vida” y dice claramente que su misión de “dar la vida”, que viene del Padre: “He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. Y que después se presentará como el “Pan bajado del Cielo 

El evangelista hace notar que los oyentes de la catequesis no comprenden que el término “pan” es sinónimo de “Palabra” identificada con Jesús, que al “escucharla” se convierte en invitación a la cena, en asimilación, en nutrición, en vida y resurrección. 

En Juan, la bellísima expresión “Pan de Vida”, significa ante todo “Palabra que hay que acoger (=creer) y en encarnar (=comer)”, su verdadero sentido es “Pan de vida = Palabra hecha carne”. La palabra griega “carne” que utiliza Juan en este pasaje es la misma que utiliza para designar la encarnación. El Logos-Palabra se hizo “carne”. La eucaristía es la prolongación de la encarnación. 

Los términos del pasaje que nos ofrece la liturgia de este domingo, nos muestran que la Eucaristía, “Pan vivo bajado del cielo”, acogida en el hoy de nuestra fe, nos coloca de manera permanente frente a la gran riqueza de la persona de Jesús y de la totalidad de su obra en el mundo. Porque, la Eucaristía es una síntesis del Evangelio. 

La catequesis sobre el “Pan de Vida” nos coloca ante una cascada de sentimientos, de imágenes, de afirmaciones cristológicas que hay que saborear una por una, para luego hacer la síntesis en el corazón. El capítulo 6 de Juan está construido de tal manera que nos involucra en la conversación que lo atraviesa del comienzo al fin, provocando también en nosotros un coloquio serio y profundo con Jesús. Este es un pasaje en el que el paso a la meditación y a la oración es casi inmediato. Las partes del capítulo están conectadas por siete preguntas y dos afirmaciones fuertes que articulan una confesión de fe: 

El pasaje de hoy corresponde a la cuarta pregunta: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora ‘he bajado del cielo’?”. Ante la revelación sobre el origen de su vida y de su obra, comienzan una serie de preguntas contestatarias, calificadas por el evangelista de “murmuraciones”, término técnico de la Biblia para expresar las resistencias para creer. 

Pero es en este momento de crisis, Jesús va a dar nuevas indicaciones para que se pueda comprender la naturaleza de su persona y de su misión. Eso es lo que lo hace distinto y capaz de cumplir con la promesa de vida y de salvación que ha hecho. Con fuertes argumentos bíblicos Jesús no les deja a sus oyentes más que dos alternativas: aceptarle o rechazarle. Jesús es el don del “Pan-Palabra” que baja del cielo. Y es el don del “Pan-Carne” que se nos da en alimento. 

Por detrás de la objeción que le plantean a Jesús está el tema de la murmuración del pueblo de Israel en el camino del desierto durante el éxodo (Éxodo 15,24; 16,2.7.12; 17,3; Nm 11,1). Tampoco ahora reconocen a Jesús como el enviado del Padre. Se escandalizan por su origen humilde. 

Jesús responde así: la fe es, a final de cuentas, un don de Dios, en forma de enseñanza. Quien acoge esta enseñanza, se abre a Dios. Jesús cita Isaías 54,13. Las murmuraciones son el resultado de la resistencia, como ocurrió en el éxodo, para no dejarse conducir por Dios. 

El verbo “comer” ayuda a estructurar esta parte del discurso. Pasamos del acento existencial al acento sacramental-eucarístico. Aquí, la diferencia entre Moisés y Jesús es radical: El maná era simplemente un alimento material. Ahora Jesús mismo, es el verdadero maná que alimenta para la vida eterna. En la frase “Mi carne para la vida del mundo” hay que entender “carne” como el cuerpo de Jesús entregado en la Cruz. El “para”, término que también aparece en los relatos de la institución de la Eucaristía en los otros evangelios, señala el sentido de la muerte sacrificial de Jesús. 

2.- ¿Qué mensaje nos trae este evangelio y qué compromiso nos pide, hoy, el Señor? 

Muchos de nosotros, nacidos en familias creyentes, bautizados a los pocos días de vida y educados en un ambiente cristiano, hemos respirado la fe de manera tan natural que podemos llegar a pensar que lo normal es ser creyente. Pero no nos damos cuenta de que la fe no es algo natural, sino un don. No son los no creyentes los extraños, sino que los que resultamos más extraños somos nosotros. 

El encuentro con increyentes, que manifiestan honradamente sus dudas e incertidumbres, nos puede ayudar hoy a los cristianos a vivir la fe de manera más realista y humilde, pero también con mayor gozo y agradecimiento. Los creyentes deberíamos escuchar hoy, de manera muy particular, las palabras de Jesús: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Más que llenar muestro corazón de críticas amargas, deberíamos abrirnos a la acción del Padre. Porque para creer es importante enfrentarse a la propia vida con sinceridad total, pero lo decisivo es dejarse guiar por la mano amorosa de ese Dios que conduce misericordiosamente nuestra vida. 

El evangelio de hoy nos recuerda unas palabras de Jesús que nos pueden dejar un tanto descorazonados: “Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna”. La expresión “vida eterna” no significa una vida después de la muerte, sino una vida plena, de profundidad y calidad, que va más allá de nosotros mismos, porque ya es, desde ahora, una participación en la vida misma de Dios. 

La tarea más apasionante que tenemos, ante nosotros mismos, es la de vivir en plenitud humana, creciendo como personas. Porque los cristianos creemos que la manera más auténtica de vivir como personas es la que nace de una adhesión total a Jesucristo. Quizá tengamos que empezar por creer que nuestra vida puede ser más plena y profunda, más libre y gozosa. Quizás tengamos que atrevernos a vivir evangélicamente, pues hay una vida, una plenitud, un dinamismo, una libertad, y una ternura que el mundo no puede dar. Una vida que solo alcanza a descubrir quien acierta a enraizar su vida en Jesucristo. 

La incredulidad es una tentación siempre presente en nuestra vida, que empieza a echar raíces en nuestro corazón desde el momento mismo en que vamos organizando la existencia de espaldas a Dios. Vivimos en una sociedad donde Dios ya no está de moda. Donde él ha quedado arrinconado en algún lugar muy secundario de nuestra vida como algo poco importante. Lo más fácil es vivir “pasando de Dios”. 

¿Qué puede significar hoy, para muchos, la invitación de Jesús a vivir como discípulos de Dios, escuchando lo que dice el Padre? No es que Dios no hable ya. Es que llenos de ruido, avidez de posesiones y autosuficiencia, no sabemos percibir la presencia del que habita entre nosotros, del que se ha hecho como nosotros, del que sigue dándose y encarnándose en el reverso de la historia. Cuando no se escucha la llamada de Dios es fácil escuchar los intereses egoístas de cada uno, las razones de la eficacia inmediata, el miedo de correr riesgos excesivos y la satisfacción de nuestros deseos por encima de todo. 

El cristiano debe creer en Jesús y en sus palabras. Creer que él es el pan de la vida. Creer que vive en el pan roto y compartido, que es banquete de los pobres y botín de mendigos. Creer en los hechos de Dios que nos plenifican y nos dan vida. Creer en los hechos de Dios y de las personas entregadas. Creer que del cielo solo baja vida, utopía, solidaridad, paz y alimento. Creer en Jesús: en su humanidad, en su encarnación, en su señorío, en su presencia en nosotros. 

En la primera parte del discurso del pan de vida, el protagonista es el Padre, y se habla de la fe en cristo, de creer en Cristo, de creerle a Cristo. En la segunda parte se habla de la eucaristía. El protagonista es Jesús que da su carne y su sangre. Ya no se trata de “creer” en Jesús, sino de “comer” su carne. 

Necesitamos la fe para prepararnos al banquete eucarístico. Se nos invita a “creer” en Cristo antes de “comerle” sacramentalmente. El mismo Cristo nos prepara y nos abre el apetito para comer el pan eucarístico, partiendo abundantemente, para nosotros, el pan de la Palabra: si escuchamos las lecturas bíblicas como Palabra de Dios, y las aceptamos como norma de vida, porque creemos en él. 

La Eucaristía, “pan vivo bajado del cielo” y “carne para la vida del mundo”, destaca el realismo sacramental. Es un pasaje estrictamente eucarístico. Se habla de “comida” y “alimento”. Es necesario “comer la carne” y “beber la sangre”, que el evangelista insiste en que es verdadera comida y bebida. Frente a la confusión de sus discípulos, Jesús, no hizo ningún esfuerzo por suavizar su lenguaje tan duro y realista. No pidió disculpas por ser tan radical, sino que reafirmó su mensaje. Compartiendo la “carne real”, sacrificada y resucitada de Cristo y “su sangre” derramada en la cruz, la Iglesia se convierte en cuerpo de Cristo. 

La eucaristía tiene pleno sentido cuando se celebra en la fe y desde la fe. Y la fe, llega su sentido pleno, cuando desemboca en la eucaristía. Ambas deben conducir a la vida en Cristo: a creer en Cristo, a comer a Cristo, para vivir en Cristo, y vivir como Cristo. 

Porque es cena que invita a la relación estrecha y a la encarnación que nos asimila Cristo, la Eucaristía es ágape fraterno en el encuentro festivo de Jesús con el hombre pecador. Es una gran acción de gracias al Dios que da la vida, los frutos de la tierra y la comunión entre los hombres. Es el signo del entregarse del Hijo bajado del cielo en su camino hacia la casa del Padre y, por eso, redención y comienzo de la resurrección. Cada celebración eucarística debería ser una explosión de alegría y vivísima gratitud. 

Meditemos la oración de la primitiva Iglesia, en la “Didajé”, texto de finales del siglo I dC, reflejo de los antiguos rituales de los primeros cristianos, podría ayudarnos a darle a la vida sabor de eucaristía. 

3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy, Señor? 
  • ¿Qué mensaje me trae este pasaje del evangelio de hoy? 
  • Los domingos voy a oír misa, o ¿voy a alimentar mi fe con el Pan de la Palabra y mi vida con el Pan de la Eucaristía? 
  • ¿Cómo deberíamos celebrar nuestra Eucaristía dominical siguiendo estas reflexiones?


Autor: Varios
Sintesis: Jorge Mogrovejo M.

domingo, 5 de agosto de 2018

Comentario al Evangelio del XVIII Domingo de Tiempo Ordinario (5 de Agosto del 2018)

DOMINGO XVIII B 5 Agosto 2018
Evangelio según San Jn 6,24-35

"Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron en los botes y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús. Lo encontraron a la otra orilla del lago y le preguntaron: Rabí, ¿cuándo llegaste aquí Jesús les respondió: Os aseguro que me buscáis, no por las señales que habéis visto, sino porque os habéis hartado de pan "Trabajad no por un sustento que perece, sino por un sustento que dura y da vida eterna, el que os dará este Hombre. En el Dios Padre ha puesto su sello. Le preguntaron: ¿Qué hemos de hacer para trabajar en las obras de Dios? Jesús les contestó. La obra de Dios consiste en que creáis en el que él envió. Le dijeron: ¿Qué señal haces para que veamos y creamos? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Les respondió Jesús. Os lo aseguro, no fue Moisés quien os dio pan del cielo, es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de la vida el que acude a mí no pasará hambre el que cree en mí no pasará nunca sed."


1.- ¿Qué nos quiere decir Juan en este evangelio?

Para poder seguir el hilo de la narración del evangelio de hoy hay que notar que en Jn 6,16-23 (que la lectura litúrgica ha salteado) se cuenta que al atardecer los discípulos bajan a la orilla y se embarcan hacia Cafarnaúm que está en la otra orilla. Cuando anochece Jesús va caminando sobre las aguas y alcanza la barca con los discípulos que estaba llegando a la otra orilla. A la mañana siguiente "cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús" (Jn 6,24). Por tanto la escena del evangelio de hoy se desarrolla "en la otra orilla", en Cafarnaúm, dónde la multitud ha encontrado finalmente a Jesús. Y como no lo habían visto partir en la barca con sus discípulos, al encontrarlo, lo primero que le preguntan es: "Maestro, ¿cuándo llegaste?" (6,25).

L. H. Rivas nos informa que el título de Maestro o Rabí aparece en el evangelio de Juan en labios de personas que tienen una fe muy débil (cfr. 1,38.49; 3,2; 4,31; 9,2; 11,8; 20,16). Como vimos el domingo pasado, después de la multiplicación de los panes algunos pensaban que era el profeta que debía venir; otros querían hacerlo rey; ahora lo consideran un “maestro” más entre los judíos.

Jesús no les responde la pregunta sino que les cuestiona la motivación por la cual lo buscan: no por haber visto el signo sino porque "comieron de los panes y se saciaron"; o sea, porque solucionaron el problema de la alimentación diaria. Ya la retirada de Jesús cuando pensaban hacerlo rey ponía de manifiesto su molestia ante esta falta de fe de los judíos mientras que ahora se los dice abiertamente: no supieron ver e interpretar como signo la multiplicación de los panes. Recordemos las características de la fe en el evangelio de Juan según el Card. Martini: "la fe, tal como Juan nos la describe, no logra su objetivo sino por medio de testimonio o de signos; por eso, ella realiza, en su estructura esencial, dos condiciones: capacidad de interpretar correctamente los signos como tales, y capacidad de ir más allá de los signos".

Por tanto, los judíos no han interpretado el signo ni han podido ir más allá del mismo. Se quedaron en el hecho externo y en el efecto subjetivo favorable que les produjo: comieron y se saciaron. Y punto.

Jesús completa el cuestionamiento anterior con una propuesta: obrar no por alimento perecedero sino por el que permanece hasta la vida eterna. Aparece aquí algo típico del evangelio de Juan como es hablar en dos niveles de realidad y de significación. Por una parte tenemos el pan o alimento común. Pero existe otro alimento que no se destruye¿Y quién les dará este alimento? El "hijo del hombre", título que Juan reserva para referirse a Jesús en su condición gloriosa. Y podemos confiar en Él porque ha sido "sellado" por el Padre, tiene el sello de Dios que lo acredita. El verbo aquí utilizado (sfragizein) significa primeramente marcar con el sello; pero Juan lo utiliza en 3,33 con el sentido de certificar, es decir, dar certeza: "El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz". Por tanto, el sentido aquí sería que el Padre nos da la certeza de que Jesús puede darnos el alimento que permanece hasta la Vida eterna.

Jesús les había hablado de obrar o trabajar (verbo ergázomai) por el alimento que no perece. Ahora "ellos" le preguntan: “¿Qué debemos hacer para obrar (rergázomai) las obras (érga) de Dios?” Si leemos esta pregunta en el trasfondo del mundo judío de aquel tiempo la misma podría referirse, como sostiene L. H. Rivas , a las obras de la Ley, es decir, las obras mandadas por Dios en su Ley o Torá. Y como la respuesta de Jesús se refiere a la fe tendríamos entonces en el evangelio de Juan un reflejo de la polémica entre las obras de la ley y la fe tan presente en San Pablo y en el cristianismo primitivo.

Lo cierto es que la respuesta de Jesús nos orienta claramente hacia la fe en Él, pues "la obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado" (6,29).

Siguiendo con el doble nivel de significación vemos entonces que hay un pan, una vida y una obra o acción humana destinada a perecer, no durable; mientras que hay también un pan, una vida y una obra o acción humana perdurable, no perecedera. Ambas vienen de Dios, pero está última es el don superior y definitivo que el Padre nos da en Jesús.

Jesús les ha pedido a los judíos que crean en él como “el enviado del Padre”. Entonces, ellos quieren ver un signo y una obra por parte de Jesús como condición para poder creerle (“¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?” Jn 6,30). Y ponen como ejemplo de signo y de obra el maná que Dios les dio de comer a sus antepasados por intercesión de Moisés, como nos cuenta la primera lectura de hoy. En san Juan se cita la referencia a este hecho presente en el Salmo 78,24. Importa notar que “en Israel todos sabían que en tiempos del Mesías se repetiría esa donación del maná por parte de Dios y los judíos esperaban ese alimento celestial prometido para la era mesiánica […] En la tradición rabínica Moisés era presentado algunas veces como el tipo del Mesías. Se esperaba, por eso, que como Moisés, el Mesías al tiempo de su venida alimentara al pueblo con el maná y calmara la sed con el agua”.

Con esta pregunta de los judíos hemos vuelto al principio, al tema del signo y de la obra. Puede que haya cierta ironía en la forma en que Juan presenta el asunto poniendo de relieve la falta de entendimiento entre Jesús y sus interlocutores, algo típico también en este evangelista. Es que no sólo hay dos órdenes de realidad, sino también de comunicación. Jesús hizo un claro signo: la multiplicación de los panes. Ahora les toca realizar la obra a los judíos: simplemente creer en Jesús como enviado del Padre. Por su parte los judíos piden ver un signo y una obra de Jesús para creerle.

Jesús redobla la apuesta y les contesta que no fue Moisés sino su Padre el que da el verdadero pan del cielo. De modo indirecto se ha proclamado como hijo de Dios, a quien se ha referido como “mi” Padre. Al mismo tiempo notemos que el verbo dar está en presente: el Padre es el que da, está dando ahora; y lo que da es el verdadero pan del cielo. Por tanto, el alimento que recibieron en el desierto (y en la multiplicación de los panes) es sólo imagen- signo del verdadero pan de Dios que desciende del cielo y da Vida al mundo.

Con esto último Jesús logró su objetivo de hacerles desear este pan de Dios pues lo piden utilizando el vocativo "Señor" (kurie); y piden que se los dé siempre.

A este pedido sigue entonces la proclamación de la identidad entre el pan y Jesús: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed" (6,35).

Recordemos que para el evangelista Juan los signos que Jesus realiza son mucho mas que hechos prodigiosos. Son flechas indicadoras que señalan hacia Él revelándonos su verdadera identidad, aunque pueden ser maltinterpretados como al quererlo proclamar Rey luego de la multiplicación de los panes. También el Evangelio de hoy Jesús sospecha que la gente sigue sin entender nada. Por eso toma la palabra y comienza un largo discurso en el que se refiere expresamente al signo que ha realizado, aunque se parece más bien a un diálogo por las preguntas y observaciones de los oyentes. Jesús se dirige a judíos y por lo tanto hay referencias al Antiguo Testamento, a lo que hizo Moisés en el desierto, que ocurre ahora nuevamente, superado por Jesús.

Esta forma de usar el malentendido es propia del cuarto Evangelio y permite volver continuamente a la misma idea central -la que no se entiende o se malinterpreta- para perfilar con mayor nitidez su significado de ahi que existen 3 rasgos que definen la identidad de Jesus:
  • Jesús es el enviado del padre para realizar su obra
  • Jesús es el pan de vida
  • Lo que se pide al hombre es que crea en Él

Rasgos que también se repetirán en la siguiente semana y que se explicará mejor en la siguiente semana es la revelación fundamental hacia la que apuntaba el signo de la multiplicación: Yo soy el pan de la vida.



2.- ¿Qué mensaje nos trae este evangelio y qué compromiso nos pide, hoy, el Señor?

Como la gente sigue al señor, estamos invitados en entrar en díalogo con él, al plantearle nuestras dudas, aunque sirvan para poner en entredicho nuestras falsas imágenes y esperanzas con respeto al Señor.

Lo que Dios espera de vosotros es que creaís en aquel que Él ha enviado.

Esforzaos por conseguir el alimento permanente que da la vida eterna.

Cuando Jesús habla del “pan del cielo”, los judíos no entienden que ese pan de vida es él. Están pensando únicamente en un nuevo maná milagroso. ¿Se puede creer desde el bienestar? Son muchas las personas, que, aspiran como ideal último de su existencia al bienestar y al buen-vivir. Para ellos, lo importante es vivir cada vez mejor, disfrutar de seguridad, tener salud, amor y dinero. Pero el ideal del bienestar crea un modo de vivir tan superficial, tan insensible y ciego que ahoga las dimensiones más profundas del ser humano. Y solo queda sitio para un dios milagrero, donde lo religioso se convierte, con frecuencia, en mero alivio de frustraciones y de problemas individuales. Buscamos a Dios como un elemento más de seguridad personal, al servicio del ideal del bienestar.

Creer en Dios y en su enviado, trabajar por el alimento que da una vida sin término, aceptar que Jesús es el pan de vida, se ha convertido en algo innecesario, superfluo y que carece de interés. Muchos viven al margen de todo ello. El lugar que ocupaba anteriormente la fe religiosa, ha dejado en muchas personas un vacío difícil de llenar y un hambre que debilita las raíces mismas de su vida.

A la larga no se puede vivir con ese vacío interior sin escoger nuevos dioses. Buscamos un líder que nos ahorre esfuerzos y realice el milagro que necesitamos.

La gente busca a Jesús: no como liberador-salvador, sino como solucionador milagroso de problemas. Pero para tener vida se requiere adhesión al proyecto de Dios y a Cristo que es el pan que de vida al mundo. Este pasaje nos dice que creer en Dios significa ser libre para amar la vida hasta el final. Buscar la salvación total sin quedarse satisfecho con una vida fragmentada.

Dar nuestra adhesión a Jesús, el enviado de Dios, dando sentido último a nuestro vivir diario. Vivir en plenitud para poder contagiar esa vida a los demás. El camino hacia el Dios de la vida no es fácil y nos desalienta el esfuerzo. Vamos de un sitio a otro en busca de soluciones fáciles y milagrosas.

Por esa razón Jesús dice a la gente: “No me buscáis porque hayáis percibido las señales, sino porque habéis comido pan hasta saciaros”. Trabajad por …..

En las circunstancias que vivimos oscuras y tormentosas buscamos seguridades. Las obras de Jesús nos hacen conocer que Dios es vida. Nuestras propias obras harán saber a otros que creer en él es no tener miedo, y que es necesario seguir caminando hacia la promesa de libertad y de vida. Cuando se pasan días, semanas y años enteros sin vivir de verdad, solo con la preocupación de seguir funcionado, o aferrados al bienestar, no debería pasar inadvertida la afirmación interpeladora de Jesús: “Yo soy el pan de vida”.

La Palabra que escuchamos y la eucaristía que compartimos y comemos, deben ayudarnos a ir más allá de los ritos, convirtiéndolos en fuente de nuestro compromiso para crear la nueva humanidad, la familia de los hijos de Dios. Debemos dejarnos interpelar por Jesús. Escuchar sus palabras y dejar que resuenen dentro de nosotros. No pasar por alto su mensaje aunque rompa nuestros esquemas. No cerrarnos a lo nuevo. Mantenernos con los oídos atentos, con el corazón dispuesto y con el espíritu abierto.

3.-¿Qué respuesta le voy a dar hoy, al Señor?


  • El Cristo de mi fe, ¿es el Cristo que se autopresenta en el evangelio de hoy?
  • El Cristo de mi fe, ¿es el Cristo que me saca de apuros con sus milagritos, o es el Cristo que da sentido a mi vida, y me hace protagonista de mi destino?
  • ¿Qué exigencias me plantea el Cristo del evangelio de hoy?

  • ¿Hasta que punto la palabra de Dios es mi pan cotidiano?

  • ¿Como me ayuda la Eucaristia a alimentar mi experiencia de fe?

Fuente: Varios
Síntesis: Jorge Mogrovejo Merchán.

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