CICLO B
SOLEMNIDAD SANTÍSIMA TRINIDAD
Evangelio Mt 28,18-20
"Los once discípulos fueron a Galilea, al
monte que les había indicado Jesús. Al verlo, sepostraron, pero algunos
dudaron.Jesús se acercó y les habló: Me han concedido plena autoridad en cielo
y tierra. Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos
consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir
todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del
mundo."
1.-
¿Qué nos quiere decir Mateo en este evangelio?
El encuentro del
Resucitado con sus discípulos, nos remite al inicio del evangelio, cuando
comenzó el discipulado a la orilla del lago. Recorrieron juntos un largo camino
de seguimiento, y la relación con los primeros destinatarios, se fue
estrechando y haciendo más profunda con Él.
El grupo que ha sido convocado en
Galilea tiene un trauma producido por la traición y la muerte de Judas: ya no son
“Doce” sino “Once”. Les recuerda que en Getsemaní todos le abandonaron a Jesús:
Judas le traiciona, Pedro le niega tres veces, y los otros diez huyen
atemorizados. En este encuentro con el Maestro, después de la dolorosa historia
de traición, negación y fuga, no escuchan ni una sola palabra de reclamo por
parte de Jesús. Y cuando los manda llamar a través de las mujeres, los denomina
por primera vez mis hermanos.
Ahora los discípulos van a “Galilea” de los gentiles,
que fue el territorio en el que Jesús realizó su apostolado. Allí habían sido llamados y allí
fueron testigos de la misericordia de Jesús con enfermos y pecadores. En este encuentro con los once, quiere mostrar que su actividad,
después de resucitar, será continuación de su primer ministerio. ¿Por qué en
Galilea? Seguramente para significar que Jerusalén había dejado de ser el
centro del culto. Desde ahora el acceso a Dios, el verdadero templo, no se
halla circunscrito a un lugar, ni aquí ni en Jerusalén, sino en la persona de
Cristo,
donde la multitud
andaba “como ovejas sin pastor”.
Y ahí en el monte que Jesús les había señalado, tiene
lugar la plena revelación. El monte es mencionado únicamente por razón de su simbolismo. Más que
un lugar geográfico es un lugar teológico: en un monte triunfó Jesús de la
tentación del mesianismo político, en un monte proclamó las Bienaventuranzas,
al monte subió a orar, en un monte alto se transfiguró y en la cumbre del monte
los discípulos lo verán resucitado, lleno de poder. Él los acoge y les manifiesta
el misterio de su persona Y desde allí serán enviados para hacer discípulos de
todas las naciones, prometiéndoles
qué, estará con ellos “hasta el fin del mundo”.
La primera reacción ante el Resucitado es arrojarse por tierra en
un gesto de adoración. En este momento cumbre del evangelio, los discípulos
reconocen a Jesús resucitado como el Señor. Mateo hace notar que algunos todavía
dudan. Reconocimiento
y duda pueden estar juntos. Durante su vida la relación de los discípulos con
Jesús era de discípulo a Maestro. Ahora aparece la relación del creyente frente
a su Señor.
Al reconocimiento y adoración de sus discípulos, sigue la manifestación
del misterio de Jesús: “Se me ha dado
todo poder”. Su autorevelación
como Señor del universo; se centra en su autoridad y la misión que encomienda a
sus discípulos. Su autoridad es la misma que la del Hijo del hombre de Daniel.
Jesús antes de despedirse anuncia su plenitud de poderes en el cielo y sobre la
tierra.
Al
postrarse, los discípulos reconocen que él es el Señor, el Señor sin límites,
el Señor por excelencia. Jesús les dice que el Padre, el Señor del cielo y de
la tierra, le ha dado todo poder. Y con esta autoridad suprema de Jesús, los
discípulos reciben el envío con un imperativo: Vayan.
La tarea fundamental es hacer
discípulos a todas las gentes en comunión con Él. Hasta ahora ellos han sido
los únicos discípulos llamados y formados por Jesús. Ahora los discípulos son
enviados para dar, en el tiempo post-pascual,
lo que recibieron en el tiempo
pre-pascual.
“Hacer discípulos” es iniciar a
otros en el seguimiento. No se trata de ofrecer un mensaje, sino de
establecer una estrecha relación con el Maestro, una relación personal y de
seguimiento. De la misma manera que Jesús los llamó a su seguimiento y los hizo
pescadores de hombres, los discípulos deben atraer a todos los hombres al
seguimiento de Jesús, con el cual vivieron y continúan viviendo.
El seguimiento implica configurar la vida al proyecto
de Jesús, compartir la amistad de Jesús, entrar en comunión de vida con Él. El discipulado
exige docilidad: aceptar que es Jesús quien define el camino de la vida, y quien
determina el estilo y la orientación de vida. El discipulado exige abandonarse completamente en
Jesús, porque sólo él conoce el camino y la meta, y, sólo él, nos conduce con
firmeza y seguridad hacia la verdadera vida, como nos ha revelado en todo el
evangelio.
La misión de los discípulos es
conducir a toda la humanidad al encuentro del Señor, y a su seguimiento. Así
como Jesús los llamó a ellos, sin forzarlos, sino seduciendo su corazón y
apelando a la libre decisión de cada uno, así ellos deben hacer discípulos a
todos los pueblos de la tierra.
En el bautismo se realiza la plena
acogida de los discípulos insertándolos en la familia trinitaria. El Bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y de
Espíritu Santo” presupone el anuncio de Dios, como Padre, Hijo y Espíritu
Santo, y la fe en ese Dios, que manifiesta su amor, a través de Jesús, para que
podamos conocerlo y entrar en relación con Él, como Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
Jesús habló de un Dios muy diferente
al Dios creador del cielo y de la tierra del A. T. marcando por la enorme
distancia entre el Creador y su criatura. Jesús anunció que Dios no está solo
sino que vive en comunión. Dios, en su misterio más íntimo y en su revelación
más honda, no es soledad sino familia: lleva en sí y nos comunica
paternidad-maternidad, filiación y amor vivo y creativo.
Frente al Padre está el Hijo, ambos están unidos
entre sí, se conocen, se comprenden y se aman recíprocamente en la plenitud
divina por medio del Espíritu Santo. El bautismo, nos sumerge en la vida de
este Dios, nos abre a Él y nos pone bajo su protección. Nos posibilita la
comunión con Él. Nos hace Hijos del Padre, quien está unido con un amor
ardiente a su Hijo. Nos hace hermanos y hermanas del Hijo que, con todo lo que
Él es, está ante el Padre. Nos da el Espíritu Santo, quien nos une al Padre y
al Hijo, nos abre a su benéfico influjo y nos hace vivir la comunión con ellos.
Los discípulos deben ser bautizados en el nombre
de ese Dios, que así fue anunciado y creído.
El seguimiento nos introduce en el
ámbito de vida de Jesús, y en la comunión con el Padre en el Espíritu Santo. El
bautismo sella nuestra acogida en esta adorable comunión. La comunión con este
Dios, determinada por el seguimiento y sellada por el bautismo, les exige a los
discípulos un estilo de vida que esté a la altura de ese don. Hay una gran
continuidad entre la misión de Jesús y la de sus apóstoles: Jesús instruyó a
sus discípulos de muchas maneras, desde las bienaventuranzas hasta la visión
del juicio final. El Evangelio nos ofrece cinco grandes discursos de Jesús, que
ahora los apóstoles deben transmitir a los nuevos discípulos, pues las enseñanzas
de Jesús no son opcionales.
Ahora son ellos los que deben llamar a todos los
hombres para ser discípulos de Jesús y educarlos en una vida nueva: Todo lo que
los discípulos recibieron del Maestro debe ser transmitido en la misión. El Resucitado muestra el significado pleno de
su nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros
Durante su ministerio terreno, la
relación de Jesús con sus discípulos estuvo caracterizada por su presencia
visible y viva en medio de ellos. A partir de la Pascua esta presencia no
termina pero adquiere una nueva modalidad. Jesús utiliza una expresión conocida
en el A. T: “El
Señor está contigo”. Eso le aseguraba a la persona, que Dios lo
asistiría con su poder para cumplir una misión particular. Jesús, a quien se le
ha dado todo poder, asegura su presencia y su ayuda a la Iglesia misionera.
Quien al principio fue anunciado como el
Emmanuel, el “Dios con nosotros”, muestra ahora la verdad de esta
expresión: Él es la fidelidad viviente del Dios de la Alianza que permanecerá
al lado de sus discípulos con todo su poder, y con su poderosa asistencia a lo
largo de toda la historia.
La
celebración de la Ascensión nos coloca ante estas palabras de Jesús, quien en la
plenitud de su potestad decide el futuro. Él, ya no estará de forma visible en
medio de sus discípulos, pero sí garantiza su presencia poderosa en medio de
ellos. Y así permanecerá “hasta el fin del mundo”, hasta que llegue, con él, la plena e
inmediata comunión de vida con la Trinidad Santa.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué
compromiso nos pide, hoy el Señor?
“Estoy con ustedes,
cada día, hasta el fin del mundo”. Así acaba el Evangelio de Mateo. Es un final
con sorpresa. El Señor resucitado no se ha ido, sino que permanece. La promesa
que trae Jesús el Emmanuel, Dios-con-nosotros, con las que empieza el Evangelio
de Mateo, es ya una realidad permanente. Las últimas palabras de Jesús son una
invitación a volver al principio del evangelio para escuchar de nuevo sus
enseñanzas y contemplar sus signos, como enseñanzas y signos del resucitado. Y
son también un mandato de comunicar a otros la buena noticia desde la certeza
de que el resucitado sigue presente entre nosotros.
Esta es la fe que ha
animado a las comunidades cristianas desde sus comienzos: No estamos solos,
perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas, él
está con nosotros. En los momentos difíciles como los que estamos viviendo hoy,
es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismos. Se diría que hemos
olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: que él está con nosotros.
Para los primeros creyentes, Jesús no era un personaje del pasado, sino alguien
vivo que animaba, vivificaba y llenaba con su Espíritu a las comunidades.
La Trinidad es el ideal y el modelo de unión,
diverdidad y comunión que la Iglesia debe intentar realizar entre sus miembros,
y la fuente de nuestra vida e identidad cristiana. Esta comunión
operativa será el mejor argumento para que el mundo crea. Cuanto más fiel sea
la Iglesia a ese ideal de la comunidad trinitaria, tanto más se convertirá en
espacio de relaciones igualitarias y fraternas. Este ideal de comunidad no se
limita al plano místico-trascendente, sino que exige la creación de estructuras
sociales de fraternidad y comunión de bienes, como entre los primeros
cristianos. Sólo una Iglesia así podrá ser testimonio auténtico y cuerpo
visible de la comunión trinitaria.
La Trinidad es la mejor comunidad.
La comunidad cristiana exige que cada uno de sus miembros se abra, se vuelva y
se dé enteramente al otro, sin dejar de ser uno mismo. Nada se guarda para sí
solo. Todo se pone en común: su ser y su tener. Eso es lo que nos enseña la
comunidad trinitaria. Esto es lo nos exige a nosotros para poder ser, como lo
somos, imagen y semejanza de Dios.
La Trinidad es la mejor comunidad.
La comunidad cristiana exige que cada uno de sus miembros se abra, se vuelva y
se dé enteramente al otro, sin dejar de ser uno mismo. Nada se guarda para sí
solo. Todo se pone en común: su ser y su tener. Eso es lo que nos enseña la
comunidad trinitaria. Esto es lo nos exige a nosotros para poder ser, como lo
somos, imagen y semejanza de Dios.
Partiendo de la Trinidad como modelo
de comunidad, nace un nuevo modelo de Iglesia: la Iglesia-familia: Se ha dicho,
que nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una
familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la
familia que es el amor.
La vida cristiana es trinitaria: el
bautismo nos regenera como hijos del Padre, nos hace hermanos del Hijo, y nos
consagra como templos del Espíritu Santo. Esta es la base de la dignidad de la
persona humana. Sólo nos entendernos a nosotros mismos, cuando el amor
trinitario haya invadido y transformado nuestra vida, cuando hayamos hecho del
amor la razón última de nuestra existencia, y cuando empecemos a reflejar ese
amor en nuestra vida. La familia trinitaria de Dios, marcada por el amor, y
fuente del auténtico amor, es el modelo de la familia, y de toda convivencia
auténticamente humana. Nuestra relación filial con Dios, define nuestra
relación fraterna con los demás.
La
fiesta de la Trinidad es una buena ocasión para recuperar, y revalorizar la
antiquísima y popular costumbre de santiguarse en nombre de las tres divinas
personas. “Marcamos nuestra actividad y nuestro reposo, nuestros dolores y
gozos, con la señal de la cruz y el nombre trinitario, y así vamos realizando nuestro
ser cristiano”.
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy al Señor?
- ¿Qué mensaje nos trae la fiesta de la Santísima Trinidad?
- ¿Somos conscientes de que nuestro estilo de vida debe estar marcado por el estilo de vida trinitario: por el amor, el compartir y lo comunitario?
- Hacer la señal de la cruz, ¿te recuerda el bautismo y el estilo de vida que asumiste ese día?
Fuente: P. Felipe Mayordomo
Transcripción: Jorge Mogrovejo M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario