domingo, 27 de mayo de 2018

Evangelio del Domingo 27 de Mayo del 2018 (Solemnidad de la Santisima Trinidad)

CICLO B SOLEMNIDAD SANTÍSIMA TRINIDAD
Evangelio Mt 28,18-20
"Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. Al verlo, sepostraron, pero algunos dudaron.Jesús se acercó y les habló: Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo."
1.- ¿Qué nos quiere decir Mateo en este evangelio?
El encuentro del Resucitado con sus discípulos, nos remite al inicio del evangelio, cuando comenzó el discipulado a la orilla del lago. Recorrieron juntos un largo camino de seguimiento, y la relación con los primeros destinatarios, se fue estrechando y haciendo más profunda con Él.
El grupo que ha sido convocado en Galilea tiene un trauma producido por la traición y la muerte de Judas: ya no son “Doce” sino “Once”. Les recuerda que en Getsemaní todos le abandonaron a Jesús: Judas le traiciona, Pedro le niega tres veces, y los otros diez huyen atemorizados. En este encuentro con el Maestro, después de la dolorosa historia de traición, negación y fuga, no escuchan ni una sola palabra de reclamo por parte de Jesús. Y cuando los manda llamar a través de las mujeres, los denomina por primera vez mis hermanos.
            Ahora los discípulos van a “Galilea” de los gentiles, que fue el territorio en el que Jesús realizó su apostolado. Allí habían sido llamados y allí fueron testigos de la misericordia de Jesús con enfermos y pecadores. En este encuentro con los once, quiere mostrar que su actividad, después de resucitar, será continuación de su primer ministerio. ¿Por qué en Galilea? Seguramente para significar que Jerusalén había dejado de ser el centro del culto. Desde ahora el acceso a Dios, el verdadero templo, no se halla circunscrito a un lugar, ni aquí ni en Jerusalén, sino en la persona de Cristo, donde la multitud andaba como ovejas sin pastor”.
Y ahí en el monte que Jesús les había señalado, tiene lugar la plena revelación. El monte es mencionado únicamente por razón de su simbolismo. Más que un lugar geográfico es un lugar teológico: en un monte triunfó Jesús de la tentación del mesianismo político, en un monte proclamó las Bienaventuranzas, al monte subió a orar, en un monte alto se transfiguró y en la cumbre del monte los discípulos lo verán resucitado, lleno de poder. Él los acoge y les manifiesta el misterio de su persona Y desde allí serán enviados para hacer discípulos de todas las naciones, prometiéndoles qué, estará con ellos “hasta el fin del mundo”.  
            La primera reacción ante el Resucitado es arrojarse por tierra en un gesto de adoración. En este momento cumbre del evangelio, los discípulos reconocen a Jesús resucitado como el Señor. Mateo hace notar que algunos todavía dudan. Reconocimiento y duda pueden estar juntos. Durante su vida la relación de los discípulos con Jesús era de discípulo a Maestro. Ahora aparece la relación del creyente frente a su Señor.
                Al reconocimiento y adoración de sus discípulos, sigue la manifestación del misterio de Jesús: “Se me ha dado todo poder”. Su autorevelación como Señor del universo; se centra en su autoridad y la misión que encomienda a sus discípulos. Su autoridad es la misma que la del Hijo del hombre de Daniel. Jesús antes de despedirse anuncia su plenitud de poderes en el cielo y sobre la tierra.

Al postrarse, los discípulos reconocen que él es el Señor, el Señor sin límites, el Señor por excelencia. Jesús les dice que el Padre, el Señor del cielo y de la tierra, le ha dado todo poder. Y con esta autoridad suprema de Jesús, los discípulos reciben el envío con un imperativo: Vayan. 
            La tarea fundamental es hacer discípulos a todas las gentes en comunión con Él. Hasta ahora ellos han sido los únicos discípulos llamados y formados por Jesús. Ahora los discípulos son enviados para dar, en el tiempo post-pascual, lo que recibieron en el tiempo pre-pascual. 
            “Hacer discípulos” es iniciar a otros en el seguimiento. No se trata de ofrecer un mensaje, sino de establecer una estrecha relación con el Maestro, una relación personal y de seguimiento. De la misma manera que Jesús los llamó a su seguimiento y los hizo pescadores de hombres, los discípulos deben atraer a todos los hombres al seguimiento de Jesús, con el cual vivieron y continúan viviendo.
            El seguimiento implica configurar la vida al proyecto de Jesús, compartir la amistad de Jesús, entrar en comunión de vida con Él. El discipulado exige docilidad: aceptar que es Jesús quien define el camino de la vida, y quien determina el estilo y la orientación de vida. El discipulado exige abandonarse completamente en Jesús, porque sólo él conoce el camino y la meta, y, sólo él, nos conduce con firmeza y seguridad hacia la verdadera vida, como nos ha revelado en todo el evangelio. 
            La misión de los discípulos es conducir a toda la humanidad al encuentro del Señor, y a su seguimiento. Así como Jesús los llamó a ellos, sin forzarlos, sino seduciendo su corazón y apelando a la libre decisión de cada uno, así ellos deben hacer discípulos a todos los pueblos de la tierra.
            En el bautismo se realiza la plena acogida de los discípulos insertándolos en la familia trinitaria. El Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo” presupone el anuncio de Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la fe en ese Dios, que manifiesta su amor, a través de Jesús, para que podamos conocerlo y entrar en relación con Él, como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
            Jesús habló de un Dios muy diferente al Dios creador del cielo y de la tierra del A. T. marcando por la enorme distancia entre el Creador y su criatura. Jesús anunció que Dios no está solo sino que vive en comunión. Dios, en su misterio más íntimo y en su revelación más honda, no es soledad sino familia: lleva en sí y nos comunica paternidad-maternidad, filiación y amor vivo y creativo.
            Frente al Padre está el Hijo, ambos están unidos entre sí, se conocen, se comprenden y se aman recíprocamente en la plenitud divina por medio del Espíritu Santo. El bautismo, nos sumerge en la vida de este Dios, nos abre a Él y nos pone bajo su protección. Nos posibilita la comunión con Él. Nos hace Hijos del Padre, quien está unido con un amor ardiente a su Hijo. Nos hace hermanos y hermanas del Hijo que, con todo lo que Él es, está ante el Padre. Nos da el Espíritu Santo, quien nos une al Padre y al Hijo, nos abre a su benéfico influjo y nos hace vivir la comunión con ellos. Los discípulos deben ser bautizados en el nombre de ese Dios, que así fue anunciado y creído.
            El seguimiento nos introduce en el ámbito de vida de Jesús, y en la comunión con el Padre en el Espíritu Santo. El bautismo sella nuestra acogida en esta adorable comunión. La comunión con este Dios, determinada por el seguimiento y sellada por el bautismo, les exige a los discípulos un estilo de vida que esté a la altura de ese don. Hay una gran continuidad entre la misión de Jesús y la de sus apóstoles: Jesús instruyó a sus discípulos de muchas maneras, desde las bienaventuranzas hasta la visión del juicio final. El Evangelio nos ofrece cinco grandes discursos de Jesús, que ahora los apóstoles deben transmitir a los nuevos discípulos, pues las enseñanzas de Jesús no son opcionales.
            Ahora son ellos los que deben llamar a todos los hombres para ser discípulos de Jesús y educarlos en una vida nueva: Todo lo que los discípulos recibieron del Maestro debe ser transmitido en la misión. El Resucitado muestra el significado pleno de su nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros
            Durante su ministerio terreno, la relación de Jesús con sus discípulos estuvo caracterizada por su presencia visible y viva en medio de ellos. A partir de la Pascua esta presencia no termina pero adquiere una nueva modalidad. Jesús utiliza una expresión conocida en el A. T: “El Señor está contigo”. Eso le aseguraba a la persona, que Dios lo asistiría con su poder para cumplir una misión particular. Jesús, a quien se le ha dado todo poder, asegura su presencia y su ayuda a la Iglesia misionera. Quien al principio fue anunciado como el Emmanuel, el “Dios con nosotros”, muestra ahora la verdad de esta expresión: Él es la fidelidad viviente del Dios de la Alianza que permanecerá al lado de sus discípulos con todo su poder, y con su poderosa asistencia a lo largo de toda la historia.
            La celebración de la Ascensión nos coloca ante estas palabras de Jesús, quien en la plenitud de su potestad decide el futuro. Él, ya no estará de forma visible en medio de sus discípulos, pero sí garantiza su presencia poderosa en medio de ellos. Y así permanecerá “hasta el fin del mundo”, hasta que llegue, con él, la plena e inmediata comunión de vida con la Trinidad Santa.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso nos pide, hoy el Señor?
            “Estoy con ustedes, cada día, hasta el fin del mundo”. Así acaba el Evangelio de Mateo. Es un final con sorpresa. El Señor resucitado no se ha ido, sino que permanece. La promesa que trae Jesús el Emmanuel, Dios-con-nosotros, con las que empieza el Evangelio de Mateo, es ya una realidad permanente. Las últimas palabras de Jesús son una invitación a volver al principio del evangelio para escuchar de nuevo sus enseñanzas y contemplar sus signos, como enseñanzas y signos del resucitado. Y son también un mandato de comunicar a otros la buena noticia desde la certeza de que el resucitado sigue presente entre nosotros.
            Esta es la fe que ha animado a las comunidades cristianas desde sus comienzos: No estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas, él está con nosotros. En los momentos difíciles como los que estamos viviendo hoy, es fácil caer en lamentaciones, desalientos y derrotismos. Se diría que hemos olvidado algo que necesitamos urgentemente recordar: que él está con nosotros. Para los primeros creyentes, Jesús no era un personaje del pasado, sino alguien vivo que animaba, vivificaba y llenaba con su Espíritu a las comunidades.  
                La Trinidad es el ideal y el modelo de unión, diverdidad y comunión que la Iglesia debe intentar realizar entre sus miembros, y la fuente de nuestra vida e identidad cristiana. Esta comunión operativa será el mejor argumento para que el mundo crea. Cuanto más fiel sea la Iglesia a ese ideal de la comunidad trinitaria, tanto más se convertirá en espacio de relaciones igualitarias y fraternas. Este ideal de comunidad no se limita al plano místico-trascendente, sino que exige la creación de estructuras sociales de fraternidad y comunión de bienes, como entre los primeros cristianos. Sólo una Iglesia así podrá ser testimonio auténtico y cuerpo visible de la comunión trinitaria.
            La Trinidad es la mejor comunidad. La comunidad cristiana exige que cada uno de sus miembros se abra, se vuelva y se dé enteramente al otro, sin dejar de ser uno mismo. Nada se guarda para sí solo. Todo se pone en común: su ser y su tener. Eso es lo que nos enseña la comunidad trinitaria. Esto es lo nos exige a nosotros para poder ser, como lo somos, imagen y semejanza de Dios.
            La Trinidad es la mejor comunidad. La comunidad cristiana exige que cada uno de sus miembros se abra, se vuelva y se dé enteramente al otro, sin dejar de ser uno mismo. Nada se guarda para sí solo. Todo se pone en común: su ser y su tener. Eso es lo que nos enseña la comunidad trinitaria. Esto es lo nos exige a nosotros para poder ser, como lo somos, imagen y semejanza de Dios.
            Partiendo de la Trinidad como modelo de comunidad, nace un nuevo modelo de Iglesia: la Iglesia-familia: Se ha dicho, que nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor.
            La vida cristiana es trinitaria: el bautismo nos regenera como hijos del Padre, nos hace hermanos del Hijo, y nos consagra como templos del Espíritu Santo. Esta es la base de la dignidad de la persona humana. Sólo nos entendernos a nosotros mismos, cuando el amor trinitario haya invadido y transformado nuestra vida, cuando hayamos hecho del amor la razón última de nuestra existencia, y cuando empecemos a reflejar ese amor en nuestra vida. La familia trinitaria de Dios, marcada por el amor, y fuente del auténtico amor, es el modelo de la familia, y de toda convivencia auténticamente humana. Nuestra relación filial con Dios, define nuestra relación fraterna con los demás.
            La fiesta de la Trinidad es una buena ocasión para recuperar, y revalorizar la antiquísima y popular costumbre de santiguarse en nombre de las tres divinas personas. “Marcamos nuestra actividad y nuestro reposo, nuestros dolores y gozos, con la señal de la cruz y el nombre trinitario, y así vamos realizando nuestro ser cristiano”.
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy al Señor?
  • ¿Qué mensaje nos trae la fiesta de la Santísima Trinidad?
  • ¿Somos conscientes de que nuestro estilo de vida debe estar marcado por el estilo de vida trinitario: por el amor, el compartir y lo comunitario?
  • Hacer la señal de la cruz, ¿te recuerda el bautismo y el estilo de vida que asumiste ese día?



Fuente: P. Felipe Mayordomo
Transcripción: Jorge Mogrovejo M.

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