XII Domingo de Tiempo Ordinario
Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista
Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. Los vecinos y parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se alegraron con ella. Al octavo día fueron a circuncidarlo y querían llamarlo como su padre, Zacarías. Pero la madre intervino: —No; se tiene que llamar Juan. Le decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre. Preguntaron por señas al padre qué nombre quería darle. Pidió una pizarra y escribió: Su nombre es Juan. Todos se asombraron. En ese instante se le soltó la boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios. Todos los vecinos quedaron asombrados; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea y los que lo oían reflexionaban diciéndose: —¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor lo acompañaba. El niño crecía, se fortalecía espiritual- mente y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel.
1. Que nos quiere decir Lucas en este Evangelio?
Importa recordar que el evangelio de Lucas comienza narrando la concepción de Juan el Bautista y, para ello, presenta primero a sus padres: “un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada” (Lc 1,5-7). Queda claro que Dios ha intervenido especialmente en este nacimiento y que el mismo es el cumplimiento de lo anunciado por el ángel: "Pero el Ángel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento" (Lc 1,13-14). Con todo esto se quiere señalar que este nacimiento forma parte del plan de Dios sobre el mundo.
Luego se desarrolla la sorpresa en relación al nombre del niño que fue dado por el Ángel: Juan. En aquellos tiempos la imposición del nombre era un derecho del padre, por ello la intervención de Zacarías termina toda discusión al respecto. El nombre de Juan tiene su valor simbólico pues significa: Dios es clemente o Dios muestra su gracia. Este nombre, puesto por inspiración divina, indica que su misión será anunciar un tiempo de gracia de parte de Dios: el tiempo de la venida del Mesías.
El texto termina señalando que esta misión se manifestará a su debido tiempo, pues se respeta el proceso natural del crecimiento humano de Juan Bautista. Mientras tanto, Juan Bautista se retira al desierto para prepararse a su misión, pues los grandes profetas y líderes se han preparado en la soledad donde resuena más y mejor la Palabra del Señor.
En el contexto del evangelio lo importante es que "en torno a Juan y luego con Jesús, la salvación vuelve a hacerse actual y la palabra de Dios se hace oír de nuevo. Sin embargo, este cumplimiento no tiene lugar inmediatamente; hay que contar con el tiempo. Los meses de gestación de Isabel son señal de esto. La Biblia cuenta por tanto con una maduración natural del milagro", sin embargo hay que tener en cuenta que mientras para Marcos el tiempo del evangelio comenzaba con la predicación de Juan Bautista (Mc 1,1-8), Lucas sitúa a Juan todavía en el tiempo de la promesa ya que el tiempo del cumplimiento, del hoy salvífico, comienza en Lc 4,21.
Puede que tenga razón H. U. von Balthasar cuando dice que no hay figura más solitaria en la Biblia que Juan el Bautista ya que no pertenece del todo ni al Antiguo ni al Nuevo Testamento, su misión es: ser un profeta de transición. Recibió el encargo de preparar el camino del Señor que viene y, por tanto, llegado el gran momento, fue necesario que el disminuyese para que Cristo creciera (cf. Jn 3,30). Con suprema humildad dejó que el verdadero Salvador de los hombres ocupase su lugar. Y se alegró de ello como el amigo del novio se alegraba al oír la voz del novio (cf. Jn 3,29). Y más aún, según A. von Speyr "en su figura captamos la esencia de toda misión y testimonio. Por eso ocupa una posición tan importante en el prólogo y emerge con su misión antes incluso de que la Palabra aparezca en la carne".
Cada año celebramos el nacimiento de Juan el Bautista para ayudarnos a reconocer que no hemos llegado a la plenitud, que en parte seguimos anclados en el Antiguo Testamento; pero con la certeza que lo nuevo ya ha comenzado para nosotros. Por ello se festeja en un clima de gran alegría, sobre la que insisten tanto las oraciones como el prefacio de la misa de esta solemnidad. Así, también en nosotros como Iglesia, Juan el Bautista ejerce su misión profética ayudándonos a pasar de lo antiguo a lo nuevo y enseñándonos, en síntesis, que Dios sorprende, pero no improvisa.
Y más actual aún es la misión de Juan Bautista por cuanto nosotros hoy estamos viviendo una etapa de transición en el mundo. No sólo una época de cambios sino un cambio de época (NMA nº 24). Hay un modo de sentir, de vivir y de expresarse que está desapareciendo; y está dejando lugar un modo nuevo que está surgiendo.
Esta nueva situación requiere, sin lugar a dudas, profetas de transición que preparen el camino del Señor en esta cultura que está en plena gestación y, ante la cual, todavía no terminamos de ver qué dará a luz. Por eso la actitud básica que necesitamos es el discernimiento entre lo esencial de mi fe que no pasa y lo accidental que pasa.
Un ejemplo claro de esto es la propuesta para la pastoral juvenil que hizo el Papa Francisco en diálogo con los jesuitas durante su viaje apostólico a Colombia: “Ponerlos en movimiento, en acción. Hoy la pastoral juvenil de pequeños grupos y de pura reflexión, no funciona más. La pastoral de jóvenes quietos no anda. Al joven lo tienes que poner en movimiento: sea o no sea practicante, hay que meterlo en movimiento. Si es creyente, te resultará más fácil conducirlo. Si no es creyente, hay que dejar que la vida misma sea la que lo vaya interpelando, pero estando en movimiento y acompañado; sin imponerle cosas, pero acompañándolo... en voluntariados, en trabajos con ancianos, en trabajos de alfabetización… en todos los modos que son afines a los jóvenes. Si nosotros ponemos al joven en movimiento, lo ponemos en una dinámica en la que el Señor le empieza a hablar y comienza a moverle el corazón. No seremos nosotros los que le vamos a mover el corazón con nuestras argumentaciones, a lo más lo ayudaremos, con la mente, cuando el corazón se mueve.”
Luego se desarrolla la sorpresa en relación al nombre del niño que fue dado por el Ángel: Juan. En aquellos tiempos la imposición del nombre era un derecho del padre, por ello la intervención de Zacarías termina toda discusión al respecto. El nombre de Juan tiene su valor simbólico pues significa: Dios es clemente o Dios muestra su gracia. Este nombre, puesto por inspiración divina, indica que su misión será anunciar un tiempo de gracia de parte de Dios: el tiempo de la venida del Mesías.
El texto termina señalando que esta misión se manifestará a su debido tiempo, pues se respeta el proceso natural del crecimiento humano de Juan Bautista. Mientras tanto, Juan Bautista se retira al desierto para prepararse a su misión, pues los grandes profetas y líderes se han preparado en la soledad donde resuena más y mejor la Palabra del Señor.
En el contexto del evangelio lo importante es que "en torno a Juan y luego con Jesús, la salvación vuelve a hacerse actual y la palabra de Dios se hace oír de nuevo. Sin embargo, este cumplimiento no tiene lugar inmediatamente; hay que contar con el tiempo. Los meses de gestación de Isabel son señal de esto. La Biblia cuenta por tanto con una maduración natural del milagro", sin embargo hay que tener en cuenta que mientras para Marcos el tiempo del evangelio comenzaba con la predicación de Juan Bautista (Mc 1,1-8), Lucas sitúa a Juan todavía en el tiempo de la promesa ya que el tiempo del cumplimiento, del hoy salvífico, comienza en Lc 4,21.
Puede que tenga razón H. U. von Balthasar cuando dice que no hay figura más solitaria en la Biblia que Juan el Bautista ya que no pertenece del todo ni al Antiguo ni al Nuevo Testamento, su misión es: ser un profeta de transición. Recibió el encargo de preparar el camino del Señor que viene y, por tanto, llegado el gran momento, fue necesario que el disminuyese para que Cristo creciera (cf. Jn 3,30). Con suprema humildad dejó que el verdadero Salvador de los hombres ocupase su lugar. Y se alegró de ello como el amigo del novio se alegraba al oír la voz del novio (cf. Jn 3,29). Y más aún, según A. von Speyr "en su figura captamos la esencia de toda misión y testimonio. Por eso ocupa una posición tan importante en el prólogo y emerge con su misión antes incluso de que la Palabra aparezca en la carne".
Cada año celebramos el nacimiento de Juan el Bautista para ayudarnos a reconocer que no hemos llegado a la plenitud, que en parte seguimos anclados en el Antiguo Testamento; pero con la certeza que lo nuevo ya ha comenzado para nosotros. Por ello se festeja en un clima de gran alegría, sobre la que insisten tanto las oraciones como el prefacio de la misa de esta solemnidad. Así, también en nosotros como Iglesia, Juan el Bautista ejerce su misión profética ayudándonos a pasar de lo antiguo a lo nuevo y enseñándonos, en síntesis, que Dios sorprende, pero no improvisa.
Y más actual aún es la misión de Juan Bautista por cuanto nosotros hoy estamos viviendo una etapa de transición en el mundo. No sólo una época de cambios sino un cambio de época (NMA nº 24). Hay un modo de sentir, de vivir y de expresarse que está desapareciendo; y está dejando lugar un modo nuevo que está surgiendo.
Esta nueva situación requiere, sin lugar a dudas, profetas de transición que preparen el camino del Señor en esta cultura que está en plena gestación y, ante la cual, todavía no terminamos de ver qué dará a luz. Por eso la actitud básica que necesitamos es el discernimiento entre lo esencial de mi fe que no pasa y lo accidental que pasa.
Un ejemplo claro de esto es la propuesta para la pastoral juvenil que hizo el Papa Francisco en diálogo con los jesuitas durante su viaje apostólico a Colombia: “Ponerlos en movimiento, en acción. Hoy la pastoral juvenil de pequeños grupos y de pura reflexión, no funciona más. La pastoral de jóvenes quietos no anda. Al joven lo tienes que poner en movimiento: sea o no sea practicante, hay que meterlo en movimiento. Si es creyente, te resultará más fácil conducirlo. Si no es creyente, hay que dejar que la vida misma sea la que lo vaya interpelando, pero estando en movimiento y acompañado; sin imponerle cosas, pero acompañándolo... en voluntariados, en trabajos con ancianos, en trabajos de alfabetización… en todos los modos que son afines a los jóvenes. Si nosotros ponemos al joven en movimiento, lo ponemos en una dinámica en la que el Señor le empieza a hablar y comienza a moverle el corazón. No seremos nosotros los que le vamos a mover el corazón con nuestras argumentaciones, a lo más lo ayudaremos, con la mente, cuando el corazón se mueve.”
2.- ¿Qué mensaje nos trae este evangelio y qué compromiso nos pide, hoy, el Señor? A diferencia de los demás santos, de Juan Bautista celebramos la fiesta de su nacimiento, porque en este hecho el evangelio de Lucas ve ya presente la alegría de la salvación mesiánica. Juan es el precursor del Mesías, es decir, el que invita al pueblo a la conversión para recibir la venida del Señor. En el Jordán se reúne un amplio número de gente que busca esa conversión que él certifica con el rito del bautismo. Hombre austero y totalmente entregado a su misión. Por su rectitud será encarcelado y ejecutado por Herodes.
El Benedictus que Lucas pone en labios de Zacarías, nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa “Dios juró”, Zacarías, “Dios se ha acordado”, y Juan, “Dios hace misericordia”. En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido en la casa de David, su siervo. Y en el nacimiento de Jesús es cuando definitivamente se ha mostrado la fidelidad y el amor de Dios.
Este hermoso canto la ha hecho suyo la comunidad eclesial desde hace más de dos mil años. Lo canta cada día en la oración matutina de Laudes, recordando “el sol que nace de lo alto”, que para nosotros es Cristo Jesús, que quiere iluminar a todos los que caminamos en la tiniebla, y comprometiéndonos a servirle en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz a lo largo de la jornada.
El canto de Zacarías constituye un testimonio de la profunda unidad de la historia de la salvación: promesas y cumplimiento. La exigencia social de las promesas de Israel, justicia, paz, victoria sobre las fuerzas opresoras que se realizan en el proyecto de Jesús.
a.- Niños no deseados.
El nacimiento de Juan, niño no esperado, se vivió con júbilo y alegría a pesar de que rompía todos los esquemas de la tradición. Hoy son muchos los niños no deseados cuyos nacimientos ya no son buena noticia ni producen alegría, sino que aparecen como cargas pesadas. Esos niños, no deseados, han dejado de ser una manifestación de la bondad de Dios y de la alegría de los nuevos tiempos.
b.- Situarnos en la historia.
Hay personas que viven ancladas en el pasado o al margen de los acontecimientos históricos. No esperan ninguna novedad, ni la liberación de Dios. Unas han perdido la esperanza, otras no la necesitan porque, aparentemente, lo tienen todo y lo que anhelan es perpetuar su actual situación y su calidad de vida. Han olvidado que el plan de Dios es una oferta que nos renueva e impulsa cada día a construir un mundo más humano y mejor para todos. No creer en su promesa es vivir mudos como Zacarías. Entrar en la dinámica del proyecto de Dios es recuperar el habla y encontrar la luz en medio de las tinieblas y sombras.
c.- Dios se hace presente en los acontecimientos de la vida. Frente a la extendida costumbre, e insensata inclinación psicológica, de ver la presencia y la visita de Dios en los acontecimientos catastróficos, accidentes, desgracias, calamidades, enfermedades, Lucas nos lleva a percibir dicha presencia y visita en acontecimientos llenos de vida y alegría, en las manifestaciones positivas de la historia cotidiana: en un niño que nace, en un anciano que cambia, en una mujer que es liberada de su oprobio, en un pueblo que disfruta los momentos felices.
d.- Aprendiendo de un viejo. De Zacarías podemos aprender muchas cosas. La primera y más elemental es a convertirse, a cambiar, a pasar de la incredulidad a la fe. No fue fácil el camino que tuvo que recorrer: dar crédito a Dios conlleva, casi siempre, romper muchos esquemas y costumbres que han adquirido cara de ciudanía. También podemos aprender el silencio, el no estorbar, el no ser obstáculo para el proyecto de Dios. Pero también podemos aprender la alabanza y la alegría, el no callarnos cuando Dios nos manda hablar Y el estar siempre en el lugar preciso para escuchar, recibir, callar, afirmar o cantar.
f.- Vivir en santidad y justicia.
Es inútil soñar en liberaciones personales y sociales si no somos capaces de vivir/servir en santidad y justicia. Se trata de dos palabas de neto corte bíblico que es necesario explicar para no caer en una ingenua interpretación: vivir en santidad es vivir con toda la dignidad de hombre, hijo de Dios, de la mujer hija de Dios, cuyo prototipo es Jesús. Por su parte, la justicia bíblica implica que todo ser humano pueda llegar a ser, lo que Dios quiere que sea. Justicia es poder crecer física, intelectual, social, cultural, moralmente. Justicia es tener una casa y un trabajo digno para sustento de la familia. Justicia es vivir con dignidad de hijos de Dios e intentar dar esa dignidad a todos, sobre todo a los más necesitados, en términos bíblicos: a la viuda, al huérfano y al extranjero.
3.- ¿Qué respuesta le voy dar, hoy, al Señor?
El Benedictus que Lucas pone en labios de Zacarías, nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa “Dios juró”, Zacarías, “Dios se ha acordado”, y Juan, “Dios hace misericordia”. En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido en la casa de David, su siervo. Y en el nacimiento de Jesús es cuando definitivamente se ha mostrado la fidelidad y el amor de Dios.
Este hermoso canto la ha hecho suyo la comunidad eclesial desde hace más de dos mil años. Lo canta cada día en la oración matutina de Laudes, recordando “el sol que nace de lo alto”, que para nosotros es Cristo Jesús, que quiere iluminar a todos los que caminamos en la tiniebla, y comprometiéndonos a servirle en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz a lo largo de la jornada.
El canto de Zacarías constituye un testimonio de la profunda unidad de la historia de la salvación: promesas y cumplimiento. La exigencia social de las promesas de Israel, justicia, paz, victoria sobre las fuerzas opresoras que se realizan en el proyecto de Jesús.
a.- Niños no deseados.
El nacimiento de Juan, niño no esperado, se vivió con júbilo y alegría a pesar de que rompía todos los esquemas de la tradición. Hoy son muchos los niños no deseados cuyos nacimientos ya no son buena noticia ni producen alegría, sino que aparecen como cargas pesadas. Esos niños, no deseados, han dejado de ser una manifestación de la bondad de Dios y de la alegría de los nuevos tiempos.
b.- Situarnos en la historia.
Hay personas que viven ancladas en el pasado o al margen de los acontecimientos históricos. No esperan ninguna novedad, ni la liberación de Dios. Unas han perdido la esperanza, otras no la necesitan porque, aparentemente, lo tienen todo y lo que anhelan es perpetuar su actual situación y su calidad de vida. Han olvidado que el plan de Dios es una oferta que nos renueva e impulsa cada día a construir un mundo más humano y mejor para todos. No creer en su promesa es vivir mudos como Zacarías. Entrar en la dinámica del proyecto de Dios es recuperar el habla y encontrar la luz en medio de las tinieblas y sombras.
c.- Dios se hace presente en los acontecimientos de la vida. Frente a la extendida costumbre, e insensata inclinación psicológica, de ver la presencia y la visita de Dios en los acontecimientos catastróficos, accidentes, desgracias, calamidades, enfermedades, Lucas nos lleva a percibir dicha presencia y visita en acontecimientos llenos de vida y alegría, en las manifestaciones positivas de la historia cotidiana: en un niño que nace, en un anciano que cambia, en una mujer que es liberada de su oprobio, en un pueblo que disfruta los momentos felices.
d.- Aprendiendo de un viejo. De Zacarías podemos aprender muchas cosas. La primera y más elemental es a convertirse, a cambiar, a pasar de la incredulidad a la fe. No fue fácil el camino que tuvo que recorrer: dar crédito a Dios conlleva, casi siempre, romper muchos esquemas y costumbres que han adquirido cara de ciudanía. También podemos aprender el silencio, el no estorbar, el no ser obstáculo para el proyecto de Dios. Pero también podemos aprender la alabanza y la alegría, el no callarnos cuando Dios nos manda hablar Y el estar siempre en el lugar preciso para escuchar, recibir, callar, afirmar o cantar.
f.- Vivir en santidad y justicia.
Es inútil soñar en liberaciones personales y sociales si no somos capaces de vivir/servir en santidad y justicia. Se trata de dos palabas de neto corte bíblico que es necesario explicar para no caer en una ingenua interpretación: vivir en santidad es vivir con toda la dignidad de hombre, hijo de Dios, de la mujer hija de Dios, cuyo prototipo es Jesús. Por su parte, la justicia bíblica implica que todo ser humano pueda llegar a ser, lo que Dios quiere que sea. Justicia es poder crecer física, intelectual, social, cultural, moralmente. Justicia es tener una casa y un trabajo digno para sustento de la familia. Justicia es vivir con dignidad de hijos de Dios e intentar dar esa dignidad a todos, sobre todo a los más necesitados, en términos bíblicos: a la viuda, al huérfano y al extranjero.
3.- ¿Qué respuesta le voy dar, hoy, al Señor?
- ¿He sentido alguna llamada de Dios en mi vida?
- ¿He entonado alguna vez mi Benedictus, mi canto de alabanza y agradecimiento al Señor?
- Viendo la misión de Juan, ¿cuál será la misión que me confía a mí el Señor?
Fuente: Celam Lectio Divina, P. Felipe Mayordomo
Recopilacion y Transcripcion: Jorge Mogrovejo M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario