domingo, 22 de abril de 2018

Evangelio del IV Domingo de Pascua (Jesus Buen Pastor):


Domingo IV de Pascua Ciclo B 22 de Abril de 2018
Evangelio Jn 10, 11-18
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, escapa abandonando las ovejas, y el lobo las arrebata y dispersa. Como es asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no pertenecen a este corral; a ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy la vida, para después recobrarla.


1.- ¿Qué nos quiere decir Juan, hoy, con este Evangelio?
            El cuadro sobre Jesús Buen Pastor, es una narración literariamente estupenda. La fuerza de sus imágenes y metáforas la llenan de dinamismo. Esta alegoría del Buen Pastor refleja directamente la persona y la misión de Cristo, tiene sus antecedentes en el A.T. El profeta Ezequiel, en el capítulo 34 lamenta la infidelidad de los pastores de Israel y promete que Dios mismo será el pastor de su pueblo. Juan asume esa tradición bíblica y nos presenta a Jesús como el Buen Pastor, que saca a sus ovejas fuera del recinto del judaísmo para construir un nuevo rebaño o comunidad mesiánica.
Gracias a la comparación de Jesús, podemos imaginarnos uno de esos corrales en que se juntan los rebaños de varios pastores bajo la vigilancia de un cuidador para pasar la noche. Al amanecer, cada pastor llama a sus ovejas y parte al frente de ellas. La Biblia anunciaba el día que Dios, el Pastor, vendría a reunir las ovejas dispersas de su pueblo, para que vivieran seguras en su tierra. Jesús es el Pastor, y ha venido para cumplir lo anunciado.
Las ovejas distinguen bien entre la voz de su pastor y la voz de los extraños. Oír la voz equivale a obedecer, y seguir es imitar a la persona a quien se sigue, o vivir como ella. Todas las ovejas son posesión de Jesús que le han sido dadas por el Padre. El nuevo rebaño se constituirá perfectamente en el futuro, tras la muerte y resurrección de Jesús. La novedad del rebaño de Jesús consiste en el nuevo tipo de relaciones que se instauran entre le Pastor y las ovejas: Jesús va delante de ellas, y las conduce, las ovejas se muestran dóciles a su voz y le siguen. 
            Jesús se describe a si mismo como el buen Pastor subrayando dos cualidades: el conocimiento personal y la voluntad decidida de protegerlas hasta la muerte. A ese conocimiento corresponde el seguimiento confiado de las ovejas en la fe. En este pasaje del Evangelio de Juan, entre el pastor y su rebaño se establece una relación casi personal. El pastor termina conociendo cada oveja, y cada oveja reconoce y distingue, entre todas, la voz de su pastor. La relación entre el Pastor y sus ovejas, representaba una de las relaciones más estrechas que podía observar un israelita en la vida diaria. Por eso Dios utiliza este símbolo para expresar su relación con su pueblo elegido. Posteriormente el título de pastor se dio también, a los reyes, a los sacerdotes y en general a todos los líderes del pueblo.
El Salmo 23 sintetiza todo lo que este Dios-Pastor hace por los suyos. En él aparece su verdadero rostro, su amor y su dedicación por los suyos, la seguridad y la confianza que les ofrece. Jesús en el evangelio se identifica con esta imagen y dice: “¡Yo soy el Buen Pastor!”. El adjetivo que se traduce por bueno, en griego significa bello que refleja el amor y la bondad, la nobleza y perfección, que hace a la persona encantadora, atractiva y simpática. La repetición de este título, de Buen Pastor, subraya la importancia de este pasaje.
Es presencia íntima del uno en el otro, comprensión y confianza mutua, comunión de corazón y de pensamiento; es penetración total de amor, ya que se apoya en una comunión de vida y en una solidaridad de interés entre el pastor y su rebaño”  . Además, el conocimiento-comunión entre el pastor y sus ovejas se compara con el conocimiento-comunión que existe entre el Padre y el Hijo. Y esta comparación puede entenderse como causa-efecto o derivación, si le damos a la conjunción kathós un matiz causal (porque en vez de como), como sugiere L. Rivas: "La forma en que el Padre conoce a Jesús no solamente es modelo, sino también causa de que Jesús ame a los creyentes. Existe una relación entre el conocimiento que el Padre tiene de Jesús y el acto por el cual Jesús da su vida por los que creen". Entre estas dos características distintivas del buen pastor, dar la vida por las ovejas y tener un vínculo de conocimiento-comunión con ellas, hay una estrecha relación. El vínculo se da como la "pertenencia" de las ovejas al auténtico pastor, y este conocimiento mutuo es el que motiva su entrega. Al respecto dice J. Ratzinger: "El pastor conoce a las ovejas porque estas le pertenecen, y ellas lo conocen precisamente porque son suyas. Conocer y pertenecer (en el texto griego, ser «propio de»: ta ídia) son básicamente lo mismo". Por tanto, "el buen pastor ofrece la vida por sus ovejas a causa de esta relación profunda, personal, llena de amor. No hace como el mercenario, que no tiene una relación profunda con las ovejas. En efecto, las ovejas no pertenecen al mercenario; sólo ve en ellas el provecho que puede sacarles, y cuando ve venir al lobo, no le hace frente, sino que huye y abandona a las ovejas" . En el v. 16 Jesús interrumpe el hilo de su discurso para hacer referencia a otras ovejas que no están en el corral, las cuales escucharán su voz y serán conducidas por él, al punto que habrá un solo rebaño y un solo pastor. Con esta frase se hacer alusión a la apertura a los paganos, los no judíos, quienes serán llamados por el mismo Jesús a incorporarse a su rebaño. En Jn 10,17-18 se retoma y desarrolla el tema de la entrega de la vida de Jesús y del amor del Padre a él por esto mismo. En particular se pone de relieve la libertad con que Jesús entrega su vida, insistiendo en que tiene poder (exousía) para disponer de su vida, para darla y para recuperarla. Y como auténtico pastor, la ofrece por amor al Padre y a los hombres.
La promesa de Dios se ha convertido en realidad, superando todas las expectativas. Jesús hace lo que ningún pastor por muy bueno que sea se atrevería a hacer: “Yo doy mi vida por las ovejas”. Y lo repite cinco veces. Dar la vida es exponerla, arriesgarla para defender a aquellos que están sometidos a un peligro mortal. Jesús, el Pastor bueno, “da su vida” por sus ovejas. Esto manifiesta que su amor por ellas va “hasta el fin”, “hasta el extremo”.
La catequesis sobre el Buen Pastor termina con una contemplación del “misterio pascual”. El atardecer de la vida del Pastor, su gloria y su plenitud es la entrega de su propia vida en la Cruz, que es la hora de la fidelidad. Así se entiende mejor cómo construye Jesús la “gran unidad” en la Cruz. Porque él murió “no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52). La referencia a Dios explica su fidelidad sostenida por el amor del Padre, vivida desde la libertad y expresada en la obediencia.
“Nadie me quita la vida, yo la doy por mi mismo”, es La frase central de este pasaje y subraya la libertad absoluta y total de Jesús. Si muere es porque él acepta morir. Más aún Jesús tiene poder para entregar la vida y recuperarla. En el pensamiento de Juan, la pasión, la muerte, la resurrección, la ascensión y la donación del Espíritu Santo constituyen la gran obra salvífica de Jesús. La resurrección aquí es presentada como una acción de Jesús mismo. En última instancia el “poder” de Jesús se ejerce en la responsabilidad del “darse” a sí mismo apoyado en el amor del Padre, de quien lo recibe todo y con quien tiene un solo querer. La raíz de su vida es el amor maduro, el que se hace uno solo con el amado. Esta es la gran conciencia de Jesús en la Cruz, que lo acompaña en el momento sublime de dar “vida en abundancia” a todas sus ovejas.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso me pide, hoy el Señor?
            La imagen del Buen Pastor es una de las primeras representaciones histórico-artísticas de Jesús pintadas por los cristianos en las catacumbas. Expresa muy bien las relaciones personales del creyente con Cristo y las relaciones entre los que ejercen en la Iglesia la función de pastores puestos por Dios para pastorear a su pueblo.
            Este pasaje no se refiere al obispo, al párroco o al catequista, sino que nos habla directamente de la persona y la misión de Cristo. Para los primeros creyentes, Jesús no es sólo un Pastor sino el “Buen Pastor”, el verdadero Pastor que da la vida por sus ovejas. Jesús al hablar de la verdadera comunión entre el pastor y las ovejas, se remonta a la misma comunión que existe entre el Padre y él. Esa comunión que nace desde la fe debe traducirse en la obediencia.
Jesús es el único líder capaz de orientar y dar verdadera vida a las personas. Esta fe en Jesús, Buen Pastor, guía y adquiere relevancia en una sociedad masificada como la nuestra, donde la persona corre el riesgo de perder su propia identidad de ser el otro, en lugar de ser ellos mismos.
Llamamos a este día "domingo del Buen Pastor" y en él se nos invita a reconocer a Jesús como nuestro Buen Pastor Resucitado, presente en nuestra vida y ejerciendo también hoy su oficio pastoral. ¿Y cómo ejerce Jesús su oficio de pastor? Como lo hizo en su tiempo y tal como nos lo describe el evangelio de hoy al presentarnos tres características que definen la "acción pastoral" de Jesús: 
1. Da su vida por nosotros. Y sabemos que “no hay mayor amor que dar la vida”; por tanto de este modo Jesús vive y expresa su gran amor por nosotros, por cada uno de nosotros. 
2. En segundo lugar, Jesús habla del conocimiento íntimo, la comunión de vida, que busca tener con nosotros. Tan profundo es este conocimiento o comunión mutua que Jesús la compara al vínculo que Él tiene con su Padre. 
3. En tercer lugar, Jesús, como buen pastor, busca la unidad del rebaño, amplía su horizonte a otras ovejas, no se cierra en las que ya están sino que se preocupa y ocupa por las que todavía no pertenecen al único rebaño de Dios.

Los cristianos creemos que sólo Jesús puede ser nuestro guía definitivo, que sólo desde él aprendemos a vivir al ir descubriendo desde él, la verdadera vida, la manera más humana de vivir, la manera de ir creciendo y madurando como persona y en humanidad para ir pareciéndonos cada vez más a ese Dios a cuya imagen y semejanza fuimos hechos. Seguir a Jesús es asumir las actitudes fundamentales que él vivió y vivirlas, hoy, desde nuestra propia originalidad, prosiguiendo la tarea construir el reino de Dios que él comenzó, en el contexto social y político en el que estamos viviendo.
Muchos cristianos no llegan a sospechar que la fe es esa luz que nos ayuda a descubrir lo maravilloso de la vida, la capacidad y las oportunidades que tenemos de ser felices y hacer felices a los otros, de realizarnos como personas y de mejorando el mundo. El Dios anunciado por Jesús es antes que nada, alguien que da la vida y hace vivir, alguien que sostiene la vida incluso en los momentos más adversos, alguien que da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre.
El proyecto comunitario de Jesús se diferencia de otros grupos porque la autoridad se ejercita desde el servicio: Mandar es servir. Esto aparece claro en el Evangelio. Jesús no quiso que en su comunidad se diera el tipo de relación que se daba en la religión judía, donde los dirigentes parecían asalariados y buscadores de su propio beneficio. El juicio de Jesús, para con los responsables que se aprovechan de su situación, o que se creen dueños de las personas, es muy duro. En la Iglesia y en la comunidad de Jesús, los responsables son sólo representantes, servidores, que deben aprender de él y seguir su ejemplo hasta la entrega de la propia vida.
Desde hace más de cincuenta años el Vaticano II, puso las cosas en su punto al decirnos que  la misión y el compromiso del laico, no es un regalo de los obispos, sino que nace de nuestra incorporación a Cristo por “el bautismo y la confirmación. LG 33,1-2: “Por el bautismo y la confirmación están llamados por el mismo Señor a participar en la misión salvífica de la Iglesia. Todo laico está llamado a convertirse en testigo e instrumento vivo de la Iglesia”. Y porque “La vocación cristina es vocación al apostolado, pues en la Iglesia no puede haber miembros pasivos” (A. A. 21,)
La fiesta del Buen Pastor, una oportunidad para ver el espacio que dejan los pastores a los laicos, y para revisar el compromiso que los laicos, van asumiendo en la Iglesia, y sobre todo en el mundo, donde sólo ellos pueden hacer presente el Evangelio en el ámbito familiar, social y político.
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy, al Señor?
·         Frente a la imagen del Buen Pastor, ¿qué debería cambiar en mi manera de ver a Dios?
·         Como cristiano laico, ¿Cómo me veo y me ubico dentro de la comunidad parroquial?
·         “Los laicos son valiosos pregoneros de la fe si asocian la profesión de fe con la vida de fe”, ¿Cómo compagino esta afirmación del Vaticano II (LG 35,2) con mi vida cristiana? ¿Hay coherencia entre mi fe y mi vida, entre lo que creo y mi estilo de vida?

Fuente: Lectio Divina CELAM, P. Felipe Mayordomo sbd
Síntesis: Jorge Mogrovejo M

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