domingo, 18 de marzo de 2018

Evangelio del Domingo 18 de Marzo del 2018


EDomingo V de Cuaresma Ciclo B 18 de Marzo 2018
Evangelio: Juan 12,20-33.
Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: "Señor, queremos ver a Jesús."Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre." Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré." La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel." Jesús respondió: "No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí." Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.
1.- ¿Qué nos quiere decir Juan, qué mensaje nos trae este Evangelio?
1.- Los griegos que buscan a Jesús. Es una narración teológica colocada en el marco histórico de la vida de Jesús. Refleja una situación posterior a la muerte y resurrección de Jesús, en la que el Evangelio se anunció al mundo griego por medio de sus discípulos. Los griegos se dirigen a Felipe seguramente porque su nombre, y el de Andrés eran griegos, y los dos evangelizaron, después, a los griegos. Es significativo que el deseo de ver a Jesús no haya sido satisfecho. No hay respuesta sencillamente porque la predicación a los no judíos fue después de la resurrección.
La aparición de los griegos en el evangelio de Juan indica que ha llegado la hora de su pasión-glorificación. Glorificación a través de pasión, como el grano de trigo que, para producir fruto, tiene que caer en la tierra y corromperse para poder germinar.
Lo que le interesa al evangelista es la llegada misma de los griegos. Su presencia, signo de universalismo, indica que llegó el momento en que Jesús será glorificado por su muerte y resurrección, para salvación de todos los pueblos. 
2.- El abatimiento de Jesús aparece en los cuatro evangelios. Hay detalles en los que coinciden todos: presentan a un Jesús profundamente humano, su alma está llena de angustia ante la perspectiva de su pasión y de su muerte. Los sinópticos subrayan la teología del Siervo de Yahvé llevado al matadero, sin abrir la boca. En Marcos Jesús, profundamente abatido, siente la tentación de liberarse de ese trance y ora diciendo: “Padre todo es posible para ti, aparta de mi este cáliz”. Y, al final, termina diciendo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado.”
En Juan, no es posible esa postura. Jesús se manifiesta soberanamente dueño de sí mismo, dominando toda la escena ante su inminente exaltación en la cruz. Y se interroga con entereza y majestad: “Que diré, ¡Padre, líbrame de esta hora! Estos versículos corresponden a la oración de Getsemaní. Jesús confiesa que se encuentra profundamente abatido y que siente deseos de escaparse de ese terrible trance, pero reacciona reafirmándose en su decisión: acepta su misión y se abraza a la voluntad del Padre en una oración tan breve como generosa: “Padre glorifica tu nombre”. Es decir, Padre, mi vida está en tus manos. Glorifícate tú en mí, manifiesta tu gloria en mí.
Esta invocación corresponde a la petición del Padre nuestro: “Santificado sea tu nombre” con la que pedimos que Dios se haga conocer en el mundo. Jesús sufre ante el momento de librar la lucha decisiva contra Satanás que jugará un papel importante en su pasión y muerte. Pero Jesús es coherente con su predicación y rubricará el cumplimiento de su misión con sus últimas palabras en la cruz: “Padre, todo se ha cumplido”,  misión cumplida.
            "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré." La voz del Padre interpreta el sentido pleno de la pasión del Hijo. Esta voz recuerda las escenas del bautismo y, sobre todo de la transfiguración, en la que ya figuraban los temas de la muerte y resurrección de Jesús. Las palabras del Padre pueden dar testimonio en favor de su Hijo. Los comentarios de la gente: “Lo ha hablado un ángel” evocan al ángel que confortó a Jesús en su agonía.
3.- La hora. Tantas veces anunciada, finalmente ha llegado. La “hora”es un tiempo teológico.” Es la hora del Padre que Jesús hace suya. La hora es la calve para interpretar todas las acciones de Jesús. El evangelista la subraya al situar la muerte de Jesús en la hora sexta, el momento en que sacrificaban el cordero pascual. Así la hora es el momento de la muerte-entrega de Jesús, el Cordero de Dios que pone fin a la antigua Pascua e inaugura la pascua definitiva. La hora-muerte no es de fracaso sino de gloria y de triunfo. La hora, muerte-vida, muestra la fecundidad del amor. La hora de Jesús es su paso al Padre a través de la muerte-resurrección-ascensión.
4.- “Si el grano de trigo no muere”. Tiene un sentido claro en conexión con la muerte de Jesús. En los sinópticos el grano de trigo es utilizado para designar la simiente del Reino. En Juan la parábola del grano tiene un sentido cristológico: Es necesario que Jesús pase por la muerte para producir abundante fruto. Jesús muere, pero resucitará y de él brotará vida en abundancia. No se puede engendrar vida sin dar la propia. No se puede servir a los demás si uno no está dispuesto a desvivirse por ellos. La vida es fruto del amor y brota en la medida en que nos entregamos. El don de sí es lo que hace que la vida de una persona sea realmente fecunda. Jesús está hablando de sí y está hablando a sus seguidores.
“El que ama su vida”. Tiene este sentido: Jesús morirá para que los hombres tengan vida, pero, a su vez, cada uno de ellos tiene que morir para pasar a la vida nueva del Resucitado. Si alguno me sirve que, me siga. El que sirve a Jesús debe seguirle a dondequiera que él vaya, y donde está Jesús ahí estará su servidor, ya sea en la cruz o en la gloria.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso me pide, hoy, al Señor?
Si el grano de trigo no muere”. Esta imagen expresa muy bien el sentido de la muerte como semilla de fecundidad y de vida. Jesús pone la cruz como condición para la gloria, y la muerte es condición para la fecundidad. El éxito de una vida no se mide por logros parciales, sino por su totalidad. Cargar la cruz o sepultarse como el grano de trigo son momentos de toda una vida cuyo objetivo final, es dar fruto, realizándose como persona.
“Ha llegado la hora. Se trata de vivir la vida, aquí-ahora, siguiendo a Jesús y recorriendo su camino. De vivir la vida con un dinamismo de entrega total aceptando el camino de la pasión por defender la vida y dar vida. La gloria y plenitud de Dios, y nuestra propia gloria y plenitud, no se manifiestan a través del poder, del privilegio, del triunfo, sino a través de la entrega, del desvivirnos por los otros, hasta la muerte en la cruz.
Dios no quiere la muerte, ni el sufrimiento. El Dios-Padre, revelado por Jesús, es el Dios de la vida. Es natural que nosotros rechacemos el dolor, que lo evitemos siempre que sea posible, que luchemos por suprimirlo entre nosotros. Pero en esa lucha por suprimirlo, hay un sufrimiento que es necesario asumir. Es el sufrimiento aceptado como precio y como consecuencia de nuestra lucha y esfuerzo por hacerlo desaparecer en nuestra vida y en las otras personas. El dolor sólo es bueno si forma parte el proceso y de la dinámica de supresión.
Es cierto que en la vida podríamos evitarnos muchos sufrimientos, amarguras y sinsabores. Pero cuando uno ama y vive intensamente la vida, no puede ser indiferente al dolor, sea grande o pequeño, de los otros. Amar a las personas incluye sufrimiento, compasión, solidaridad en el dolor. Ningún sufrimiento nos puede ser ajeno si queremos seguir a Jesús. Esta solidaridad dolorosa es la que hace surgir la salvación y la liberación de las personas; es lo que glorifica y pleno sentido a nuestro esfuerzo; es lo que hace presente a Dios, tal cual es, en este mundo necesitado de perdón y de amor. Esto es lo que descubrimos en la vida y muerte de Jesús. El cristiano ni busca, ni ama el sufrimiento. No sufre por sufrir. Si acepta el dolor, y hasta la muerte, es sólo como precio y consecuencia de su compromiso por la vida y la liberación.
La cruz es la señal del cristiano, pero la cruz no nos atrae, no nos agrada. Ante la cruz se reacciona con alergia, y la sociedad del bienestar la excluye cuidadosamente de sus eslóganes. Hay rechazo a la cruz, y rebeldía ante las cruces inevitables de la vida. Pero la cruz no son dos palos cruzados y vacíos, sino el crucificado que pende de ellos, siendo conscientes de que no hay posibilidad de un crucificado sin cruz.
Es muy importante distinguir claramente entre la cruz y el Crucificado si queremos hacer creíble y dar racionalidad al mensaje y a la filosofía de la cruz. Y tener bien claro qué es lo que la cruz nos exige. La lucha por la vida puede comparase a la carga de la cruz. La vida tiene cruces para todos. Ser discípulo de Cristo no protege a nadie, ni dispensa a nadie de las cruces de la vida. Más bien el seguimiento de Cristo impone otras cruces adicionales para ser fieles a las exigencias de la fe. Saber asumir las cruces inevitables es la clave fundamental para afrontar y resolver los problemas de la vida, de una manera lúcida y responsable, desde la fe.
Dios no manda el dolor, ni se complace en ver sufrir a nadie. Cuando hablamos de amor a la cruz, y que hay que estar dispuestos a llevarla a cuestas cada día, entendemos todo esfuerzo aceptado por amor para ser fieles al seguimiento de Cristo y cumplir fielmente la voluntad de Dios. Esa es la cruz redentora a la que Dios ha vinculado la gloria. Y si alguna vez nos parece insoportable, si nos sentimos agobiados bajo el peso de la cruz, y sin ganas para seguir adelante, quizá sea porque la miramos mal: la miramos por detrás y sólo vemos dos palos cruzados que no pueden entusiasmar a nadie. Hay que dar la vuelta a la cruz para ver a Jesús que pende de ella por amor. Entonces todo será distinto.  Cuando hablamos de amor a la cruz, estamos hablando con más exactitud, de amor al crucificado
“Queremos ver a Jesús, ¿me podrías hacer ese favor? ¿Nos han pedido eso alguna vez? ¿Y si nos lo pidieran en esta Cuaresma, podríamos satisfacer esa petición? Conocer a Jesús, el del Evangelio, el Jesús-Cristo de nuestra fe, es el desafío permanente de los bautizados que quieren vivir como cristianos. Estamos en Cuaresma, cuarenta días de preparación para llegar a la Pascua y poder renovar las promesas bautismales, para asumir, este año, de una manera más consciente y personal nuestros compromisos con Cristo. Desde el siglo XI la Iglesia nos propone la Pascua como meta de la Cuaresma y como objetivo renovar las promesas bautismales. ¿De veras queremos ver a Jesús?
La hora de Jesús nos invita a asumir nuestra hora. El momento de tomar esa decisión que no hemos tomado, esa decisión que tantas veces hemos pensado tomar. La Pascua es paso: de aquí a allá. De este estilo de vida que llevo, al estilo que yo debería vivir, al que pienso que debería llegar. Cristo dio el paso para indicarnos el camino. Para hacernos ver que sí es posible dar el paso con él.
La Pascua es primavera, en algunas latitudes: rebrota la vida, es tiempo de flores. Los frutos vendrán después. La Pascua una época para convertir nuestra vida en primavera. Para dejar que germinen todas las semillas que Dios sembró en nuestro corazón. Abramos nuestra vida a Dios para que el calor de su amor haga florecer el jardín de nuestra vida. 
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy al Señor?
  • Esfuerzo, lucha y sufrimiento expresan el contenido de lo que es y significa la cruz. ¿Es esta la herramienta con la que estoy modelando y construyendo mi vida?
  • Ser libre es ser capaz de tomar nuestra vida en nuestras propias manos para hacer de ella algo maravilloso, pero ¿podremos llegar a ser alguien sin esfuerzo, sin lucha, sin sufrimiento, sin cruz? ¿Podremos decir al final de la vida, como dijo Cristo, Padre misión cumplida?
  • En un ambiente social en el que la Semana Santa se ha convertido en turismo”, ¿he puesto en mi agenda-horario tiempo para las celebraciones religiosas?

Autor: P. Felipe Mayordomo Álvarez sdb.



Transcripcion: Jorge Mogrovejo M. 

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