domingo, 3 de diciembre de 2017

Evangelio Dominical del 3 de Diciembre del 2017

Domingo I de Adviento Ciclo B 3 Diciembre 2017
Evangelio: Mc 13, 33-37
En aquél tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ¡Estén atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora! Será como un hombre que se va de su casa y se la encarga a sus sirvientes, distribuye las tareas, y al portero le encarga que vigile. Así pues, del mismo modo ustedes, estén prevenidos porque no saben cuándo va a llegar el dueño de casa, si al anochecer o a media noche o al canto del gallo o de mañana; que, al llegar de repente, no los sorprenda dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!
1.- ¿Qué nos quiere decir Marcos con este pasaje?
Para comprender este pasaje evangélico debemos situarnos en su contexto. Los primeros cristianos vivieron obsesionados por la pronta venida del Señor. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por su persona que querían encontrarse con él cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.
Pronto se dieron cuenta de que esa tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor, y la vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente. Pero la orden es para sus seguidores de todos los tiempos.
Nos ubicamos en la última gran lección de Jesús a sus discípulos, en el llamado “discurso escatológico” en el monte de los Olivos. En él se dice que al mundo viejo le ha llegado su fin. Los falsos mesías, las guerras y el hambre, las persecuciones, la caducidad del templo, son los dolores de parto previos a la llegada del Reino que Jesús viene anunciando. El pasaje de hoy es la conclusión del discurso. El tema es la venida del Hijo del hombre.
Las imágenes nos hablan de una ausencia provisional, en la expectativa del regreso del Señor, y la palabra que queda resonando en los oídos de los discípulos es: “¡Velad!”. Estamos ante una enseñanza fundamental del discipulado. No se pueden hacer previsiones matemáticas sobre el día de la segunda venida del Señor. A los discípulos se les dice: “porque ignoráis cuándo será el momento… porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa”, “¡Velad!”, “¡Vigilad!”.   
A la luz de esta realidad debemos sacan las consecuencias para el discipulado. La exhortación comienza con un llamado a estar atentos, y todo el discurso está atravesado por este tipo de llamadas de atención. Esta es la cuarta y última vez que Jesús lo dice: “Mirad que nadie os engañe”, “Mirad por vosotros mismos”, “Mirad que os lo he predicho” “Estad atentos
Y la manera concreta de ejercitar la atención en medio de las convulsiones de la historia y de la expectativa de la venida del Hijo del hombre es la vigilancia: “¡Vigilad!”. Este imperativo se repite tres veces y es el eje de toda la enseñanza: “Estad atentos y vigilad”, “Velad, por tanto” “A todos les digo: ¡Velad!” El verbo “velar” se repite cuatro veces. Según esto, los discípulos deben percibir con mirada lúcida y aguda la venida del Señor en este tiempo, pues no saben “cuándo será el momento”.
A.- ¿Qué es lo que Jesús nos pide con el “velad”?
El término griego “gregoreo” significa ante todo “estar despierto”. Pero en este pasaje, “velar” significa reconocer que uno es siervo y que tiene una responsabilidad con el patrón, que la vida de uno debe estar concentrada en función del encargo recibido y que hay que conducir un estilo de vida acorde con ese comportamiento.
La frase “no sabéis cuando viene el dueño de casa”, está acompañada de cuatro indicaciones temporales que corresponden al cambio de centinelas en las cuatro partes de la noche, según los cómputos romanos: “Al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada”. Las cuatro vigilias de la noche nos dicen que los servidores deben tomar las mismas actitudes de los centinelas.
Hay un llamado de atención hacia algo más profundo. A lo largo de la historia, en el seguimiento de Jesús, los discípulos, por el hecho de que el Señor no esté presente de manera visible, corren el riesgo de olvidarse de él y de las tareas. Los siervos “vigilantes” son aquellos que están siempre listos para acoger al Señor y responder.
B.- El Adviento como una gran vigilia para aprender a vivir “la noche”
Este pasaje le da mucha importancia a la espera nocturna. Esto puede estar asociado a lo que hacían los primeros cristianos al reunirse. Pues la asamblea dominical de la primitiva Iglesia duraba la noche entera. Lo hacían en espera del alba del primer día de la semana, el “día del Señor”. Los cristianos al esperar la venida de Jesús, el Señor resucitado, vivían con mayor intensidad esta espera, y estaban siempre en tiempo de Adviento.
La vigilancia se hace más intensa durante la noche, que es precisamente cuando se hacen más oscuros los significados y valores de la vida. Esperar la venida del Señor, nos exige no aguardar pasivamente la solución de los problemas personales, familiares o sociales como un cambio espectacular que llega de repente. Esa espera milagrerista sólo provoca nuevas desilusiones. Un discípulo de Jesús sabe que cuenta con la fidelidad de Dios, que se manifiesta en los signos de la historia y en cada encuentro cotidiano, donde es llamado a comprometer toda su responsabilidad.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso nos pide, hoy, el Señor?
Tanto en la encarnación como en la última aparición, el Dios que nos ama y esperamos es un Dios sorprendente. Porque el Dios que rasga los cielos y desciende no es un Dios ocasional, sino el Dios-con-nosotros que quiere estar en medio de nosotros, en el centro de nuestra existencia. Sorprendente porque puede llegar en cualquier momento. Su venida no está ligada a momentos privilegiados y lugares especiales. Sorprendente, porque para acogerlo hay que vivir el hoy en plenitud.
Esto no significa preparar un espectáculo grandioso en su honor, sino vivir en su casa y ser responsables de ella, pues la ha dejado en nuestras manos y nos ha señalado a cada uno una tarea. Sorprendente, porque nos invita a discernir los signos de los tiempos, para descubrirle en el aquí y el momento presente de nuestra historia, a andar por caminos de justicia y familiarizarnos con el conflicto. Sorprendente, porque no viene a exigir, a pedir cuentas, sino a dar.
No se puede ser fiel a un Dios sorprendente, que lleva la iniciativa e interviene en nuestra historia, si no es asumiendo una postura dinámica para discernir las llamadas que nos hace, y tomar conciencia de nuestra responsabilidad frente al momento presente. Frente a lo que acontece en nuestro mundo y sociedad, no podemos ni dormirnos ni desentendernos. Hay que estar alerta. No podemos delegar en nadie el encargo de vigilar y trabajar: El “Estad en vela”, es una llamada personal.
Solo así podremos descubrir y vivir cotidianamente su presencia en nuestra vida y en nuestro mundo. Para no correr el riesgo de pasarnos la vida, atrapados en mil interés accidentales, extraños a la tarea del reino de Dios y al sentido más profundo de nuestra vida.
La falta de esperanza está generando cambios profundos. Casi sin darnos cuenta van desapareciendo del horizonte políticas orientadas hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas que busquen mayor justicia y solidaridad entre los pueblos. Cuando el futuro se vuelve sombrío, todos buscamos seguridad. Qua nada cambie, porque a notros nos va bien. Que nadie ponga en peligro nuestro bienestar. Nada de pensar en grandes ideales de justicia para todos, sino únicamente defender el orden y nuestra propia tranquilidad.
El debilitamiento de la fe religiosa no ha traído una mayor fe en el hombre. Y el abandono de Dios está dejando al ser humano actual sin horizonte último, sin meta y sin punto de referencia. Cuando ya no se espera nada del futuro, lo mejor es vivir al día y disfrutar al máximo del momento presente. Es la hora del hedonismo. Una vez instalados en el sistema con cierta seguridad, lo inteligente es retirarse al santuario de la vida privada y disfrutar de todo placer ahora mismo.
Esta crisis de esperanza está configurada por múltiples factores, pero tiene su raíz más profunda en la falta de fe la persona en sí misma y en su progreso, falta de confianza en la vida. Si eliminamos a Dios, parece que el ser humano se convirtiendo cada vez más en una pregunta sin respuesta, en un proyecto imposible, en un caminar hacia ninguna parte.
Muchas personas no aman su vida concreta, ni la valoran, ni saben vivirla. La vida se les hace dura y penosa, excesivamente aburrida. Viven atrapados por las cosas. Demasiado agitados, llenos o vacíos, para poderse detener y responder a su verdadera vocación de ser personas.
Cuando a esto se añade un clima social conflictivo y un horizonte de inseguridad y crisis, es fácil la tentación de evadirse a un mundo feliz que nos consuele de la vida real y nos anestesie de los sinsabores de cada día. Cada uno busca su vía de escape y consume su propia droga. Sería una equivocación creernos libres de toda drogadicción por no ser esclavos de ninguna sustancia tóxica.
            Pocas veces habrá tenido tanta actualidad la llamada de Jesús a la vigilancia, la lucidez y la libertad de espíritu. Pero quien trate de escuchar con fidelidad su mensaje, es fácil que lo perciba, en el fondo de su ser, como una llamada a despertar y vivir con lucidez, y como una fuerza capaz de humanizar, personalizar y dar sentido y gozo insospechado a la vida, mirándola con ojos nuevos.
Las cosas no son como aparecen en los medio de comunicación. En el corazón de las personas hay más bondad y más ternura de lo que aparece a simple vista. Tenemos que reeducar nuestra mirada, hacerla más positiva y benévola, pues todo cambia cuando miramos a las personas con más simpatía, tratando de descubrir todo lo positivo de sus vidas.
Debemos encender en nosotros el gusto por la vida y el deseo de lo bueno. Vivir con corazón y querer a las personas buscando su bien. Vivir con pasión la pequeña aventura de cada día, sufriendo con los que sufren y gozando con los que gozan. Si no podemos cambiar el mundo, si podemos hacer que a nuestro lado la vida sea más saludable y llevadera, que las personas respiren la esperanza y se sientan menos solas y más, y mejor acompañadas.
Nuestra esperanza se funda en el Cristo resucitado. En él descubrimos los creyentes el camino último que le espera a la humanidad, el camino que puede y debe recorrer el ser humano hacia su plena humanización y la garantía última frente a los fracasos, la injusticia y la muerte. El grito de Jesús llamándonos a vigilar es hoy una llamada a despertar la esperanza.
Respecto a la segunda venida de Cristo, no necesitamos una alarma, sino tener las puertas abiertas. No nos ha indicado la hora precisa obligándonos a tener nuestro reloj puesto en el hoy. Un Dios sorprendente, que llega en cualquier momento, no puede ser anunciado mediante una señal de alarma. Tiene que ser esperado con las puertas abiertas de par en par: con manos trabajadoras, ojos liberados de pesadumbre y corazón lleno de ternura. Ni el miedo, ni la angustia, ni el agobio, ni la despreocupación, ni el confiar en señales de alarma son actitudes dignas para esperarle.
La manifestación de un cristianismo aguado, irrelevante, repetitivo y quejumbroso, ni le interesa a nadie, ni es evangélico. Solo unos cristianos sorprendentes, comprometidos en el presente con lucidez, que vivan positivamente, trabajando por una sociedad más justa y fraternal, pueden ayudar a muchas personas a levantar la cabeza y ver los nuevos signos que aparecen en el horizonte, y a probar otro estilo de vida abierto a la presencia y utopía de nuestro Dios. Este es el momento preciso.
Los que viven sufriendo la marginación y la injusticia de una sociedad que no cuenta con ellos, puedan advertir que sobre la tierra se están produciendo rasgones que dejan entrever otra forma de vida. Y que están apareciendo personas portadoras de una experiencia inaudita, digna de ser tenida en cuenta: el evangelio tiene plena actualidad, la buena noticia libera y plenifica, la solidaridad llena de sentido y alegría nuestro caminar.
Este evangelio nos recuerda que el adviento es una oportunidad nueva de salvación. Que Cristo sigue viniendo en la historia, a través de la historia y sometido a la historia. A veces, bajo forma de emigrantes, desplazados, marginados, o niños. Otras veces, bajo formas de resurrección a través de hechos liberadores y alegres. Pero para descubrirlo es preciso tener el oído fino, los ojos limpios y abiertos, el corazón expectante y comprometerse en el presente con lucidez, con perspectiva de plenitud y futuro, y la mirada fija en Él.
La vida cristiana es como un camino en la noche y por eso se requiere el estar despierto, velar activamente, esperando el encuentro con el Señor .La Iglesia pide que el Señor se apresure, que despierte su poder y venga, que haga resplandecer su rostro y nos salve (Salmo 80/79). El día de la Revelación del Señor debe encontrarnos irreprensibles (1 Cor1, 8). El viene como Redentor nuestro al encuentro de cuantos practican la justicia y se acuerdan de sus caminos (Is 63, 16; 67, 4).
Y con esta actitud oramos: ¡Ven, Señor; rasga ya los cielos y desciende!
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy, al Señor?
·         Hoy, iniciamos el Adviento como preparación para celebrar la Navidad, ¿qué sentido tiene para mí la preparación de Adviento y la fiesta de Navidad?
·         Si el objetivo del Adviento es la Navidad, ¿para qué Navidad te vas a preparar: para Navidad folklórica, la Navidad del consumo, o la Navidad cristiana, que es un encuentro con Cristo?
·         ¿Qué debemos hacer para que primera Navidad ilumine y oriente esta Navidad 2017?
Autor: Felipe Mayordomo Álvarez sdb.
Transcripcion: Jorge Mogrovejo

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