domingo, 10 de diciembre de 2017

Evangelio del Domingo 10 De Diciembre del 2017

Domingo II de Adviento Ciclo B 10 Diciembre 2017
Evangelio: Marcos1, 1-8
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías. Hijo de Dios, Tal como está escrito en la profecía de Isaías: “Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos”. Se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Toda la población de Judea y de Jerusalén acudía a él, y se hacía bautizar en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre. Y predicaba así: Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de agacharme para soltarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
1.- ¿Qué nos quiere decir Marcos en este evangelio?
Marcos, en los primeros versículos de su Evangelio, que son la introducción al libro, nos hace la primera aproximación a la persona de Jesús, que es el centro de toda la narración. Aunque Jesús no aparece todavía actuando como tal en el pasaje de hoy, él es el foco de atención. La primera manera como se realiza la evangelización acerca de Jesús es mediante el anuncio de su venida, del descubrimiento de su identidad extraordinaria, de su relación profunda con Dios y con nosotros, y lo que será capaz de hacer de aquí en adelante por obra del Espíritu Santo.
A.- Así comenzó el mensaje fundamental del cristianismo
“Comienza el Evangelio de Jesús el Cristo e Hijo de Dios”. El evangelio, aquí, no significa libro que contiene la predicación y los hechos de Jesús. Este significado aparece más tarde en el año 150 en San Justino mártir. Debemos tener en cuenta el sentido de evangelio en el contexto cultural de la época. Evangelio, era la buena noticia de las victorias del Emperador, el gran Señor, convertido en Dios.
Cuando Marcos habla del evangelio de Jesús, presenta a Jesús al mismo nivel del Emperador, y le atribuye los mismos honores. Un evangelio estaba vinculado a una persona de categoría divina. Jesús no es solamente el Mesías esperado por los judíos: es el Hijo de Dios. Esta confesión explícita aparece al final, en boca del capitán romano que asiste a la crucifixión: “Realmente este hombre era hijo de Dios”.
La finalidad del anuncio del Evangelio es llevarnos a descubrir con admiración y convicción quién es Jesús y cuál es el sentido de su obra, cuál es su identidad y cuán significativa es su persona y acción para cada uno de nosotros. Él es el mediador de la acción salvífica de Dios a favor nuestro. Es el “Hijo de Dios”: no es un hombre más, él sostiene con Dios-Padre una relación íntima y única por naturaleza.
Con estos dos atributos el Evangelio nos regala la primera y fundamental comprensión de él: Jesús es el Hijo de Dios que, viviendo su filiación, obedece al Padre llevando a cabo la misión de salvación para la cual lo envía al mundo. Esto lo podemos descubrir acompañando paso a paso el desarrollo del ministerio terreno de Jesús quien se hace presente en medio de nosotros precisamente como uno de nosotros pero también diferente de nosotros porque es el Hijo de Dios que lleva a cabo la misión del Mesías.
B.- Todo proviene de Dios:
La venida de Jesús es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a su pueblo por medio de los profetas. Marcos menciona a Isaías: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Estas palabras dan una serie de pistas que nos ayudan a comprender la misión de Jesús y la de Juan:
·         Todo encuadra dentro del Plan de Dios. Estas palabras introducen lo que se dirá enseguida: “Según está escrito en el profeta Isaías   apareció Juan predicando en el desierto”. Con la entrada en acción de Juan, Dios ha cumplido lo que había anunciado mucho antes por medio del profeta. El anuncio cristiano tiene su raíz en las promesas del Antiguo Testamento.
·         Todo parte de una iniciativa divina. “Yo envío”. La obra de Jesús es el cumplimiento pleno del plan de salvación que Dios venía realizando.
·         El interlocutor de estas palabras de Dios-Padre es Jesús. Le dice: “delante de tite preparé el camino”. En el camino del éxodo Yahvé había hablado de forma parecida a su pueblo (Ex 23, 20) y también cuando anunció su venida personal para el Día del Señor (Malaquías 3, 1). Las citas originales de Éxodo y de Malaquías han sido modificadas y fusionadas en función de esta novedad.
·         El camino que se prepara es “del Señor”. En Jesús está el Señor en persona viniendo en medio de su pueblo para guiarlo a la salvación plena cuya imagen era el camino del éxodo. Con Jesús se realiza plenamente el camino pascual iniciado en el A. T. Todo el Evangelio puede ser leído desde esta clave.
·         Dos hechos inauditos. Se trata de una venida de Dios mismo, preparada por un mensajero. Nos encontramos aquí con dos novedades: Dios no había venido en persona. Y cuando mandó a sus enviados en el Antiguo Testamento no les puso mensajeros al frente que les prepararan el camino.
C.- Juan es el mensajero en acción que prepara el camino.
Lo que fue escrito y proclamado ocurre efectivamente cuando Juan bautista entra en acción. Su obra es al mismo tiempo el cumplimiento de las palabras del Señor y el comienzo de la proclamación del Evangelio. Juan predica un bautismo de conversión y anuncia explícitamente la venida del Mesías.
Pero Juan no es simplemente una mensajero que realiza una tarea, su personalidad espiritual también es importante; por eso incluso su estilo de vida es de por sí un anuncio. La manera de esperar la venida del Señor es preparándose para ella. La primera tarea de Juan para preparar esta venida es predicar “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”
·         Convertirse: La base de la “conversión” (metánoia) que consiste en un cambio de vida: dejar de lado formas de actuar equivocadas para orientar de nuevo vida según Dios y su palabra.
·         Confesar los pecados: La disposición de convertirse, se verifica en el admitir públicamente que se ha vivido equivocadamente, que se ha faltado a Dios, y que se tiene necesidad de recibir el perdón.
·         Recibir el signo del bautismo: Con el gesto externo de un baño, eso es “bautismo”, se confirma la sinceridad de la disposición interna del arrepentimiento y se representa lo que se pide que ocurra internamente: una limpieza.
·         Obtener la remisión de los pecados: El perdón sólo proviene de Dios. El penitente se ha puesto en las manos de Dios para que de su mano venga la remisión de los pecados.
D.- ¿Cómo reacciona la gente?
Marcos narra una afluencia de gente de Judea y de Jerusalén que responde al llamado de Juan bautista. Vemos que la gente se toma en serio la predicación. Nos encontramos ante tres hechos inauditos:
·         Juan no va donde la gente, como hacían los profetas. Es la gente la que viene al desierto a escucharlo.
·         La gente no acude a los baños de purificación ritual. Sino que es Juan quien los bautiza con agua.
·         Este baño ocurre en un río, aunque el agua del río no se usaba para las purificaciones rituales.
Estos tres cambios en la praxis religiosa tradicional es lo que lleva a las autoridades religiosas, encargadas de dictaminar lo que se ajustaba a las normas de Dios, a rechazar a Juan como profeta.
E.- El perfil del predicador.
Se describe el vestido y alimento. Juan vive con lo esencial, y con ello da un mensaje: para él sólo Dios está en el centro de todo, él tiene una dedicación total y exclusiva a Dios.
Llama la atención que el atuendo de Juan, se tan parecido al de Elías, el modelo de los profetas bíblicos. Esta rareza tiene que ver con la identidad de Juan. El evangelista está señalando a Juan como el nuevo Elías, tal como se había profetizado en Malaquías (3, 23), que debía indicar la inminencia de la llegada del Día del Señor. Con la venida de Jesús ha llegado el tiempo final anunciado por el profeta.
F.- Juan el predicador del Mesías.
La descripción de la misión de Juan bautista de cara al pueblo, preparando el camino del Señor, termina con el anuncio de la venida del Mesías. Su predicación (“kerisso”, de donde proviene el sustantivo “kerygma”) no sólo invita a la conversión sino a conocer quién es Jesús y en qué consiste su grandeza.
Jesús tiene más poder que él. El bautismo de Juan tiene valor simbólico, en cambio el de Jesús ofrece el contenido real de lo que Juan anuncia: el perdón, por eso dice: “Él os bautizará con Espíritu Santo”.
Esto es decisivo: Jesús dispone del Espíritu, de la vida divina, y la comunica. En esto consiste precisamente el perdón: el logro de la comunión de vida con Dios, que se convierte en fuente de vida nueva. Esta es la obra completa de Jesús que se realiza con la fuerza del Espíritu Santo que lleva a la comunión con Dios mediante la restauración del hombre. Este es el más alto de los dones: la feliz noticia, para la cual hay que prepararse dignamente. El resto del Evangelio, es el desarrollo de esta Buena Noticia.
2.- ¿Qué mensaje nos trae este pasaje y qué compromiso nos pide, hoy,  el Señor?
En los títulos de Mesías e Hijo de Dios queda indicada la verdadera identidad de Jesús, y el origen de la Buena Noticia. Quién es Jesús y el contenido de esos títulos se irá desvelando y comprendiendo progresivamente a la luz de sus obras y palabras. Por eso, el primer versículo nos remite al final del evangelio. Y cuando todo parecía aclararse, en el momento de la resurrección, es cuando el miedo paraliza su prosecución, pues “las mujer salieron huyendo del sepulcro y no dijeron nada a nadie del miedo que tenían. La Buena Noticia termina en miedo y en el silencio, que parece impedir que el relato se relance.
Pero sabemos que no fue así. El mismo hecho de que se haya escrito es señal de que se realizó. Y la Buena Noticia ha llegado a nosotros. El primer versículo del evangelio, y el último nos indican algo fundamental para entender la intención de Marcos. Todo el relato es solo el comienzo de la buena noticia que se inicia y que es Jesús. Su prosecución depende de que los discípulo y el lector regresen a Galilea, único lugar donde se le puede ver y experimentar como resucitado. Qué significa regresar a Galilea se ira desvelando y describiendo a lo largo de todo el evangelio.
El evangelio de hoy nos hace una llamada directa a nosotros. A Dios solo se le acoge preparando el camino de Jesús el Mesías. Y la preparación consiste en la igualación definitiva de las relaciones interhumanas, que han de pasar de la desigualdad a la igualdad, de la injusticia a la justicia, expresada simbólicamente en la nivelación de los terrenos. No es suficiente el cambio interior. El camino y los senderos hacen referencia a las estructuras, a algo que tiene relación con todos, a un mundo nuevo, a una nueva sociedad, es decir al reino de Dios.
Hay iglesias que anuncian un Dios sin reino de justicia, de verdad y fraternidad. Hay humanismos que pretenden buscar ese Reino de humanidad realizada sin Dios. Y hay personas religiosas que intentan acercarse a Dios sin asumir el mensaje profético de preparar el camino de este mundo para el Señor. La voz del profeta es una crítica y un reto para todos ellos. No hay acceso a Dios-Padre sin búsqueda, concreta y conflictiva, del reino de justicia y fraternidad. Esto echa por tierra las falsas imágenes de un Dios presente como indiferente y pasivo ante la injusticia humana, y los falsos paraísos en los que pretendemos encontrar la salvación y la felicidad al margen de Dios, o contra Dios.
Es posible la esperanza, porque Dios está viniendo. La esperanza cristiana no es un optimismo barato ni la búsqueda de un consuelo ingenuo, sino todo un estilo de enfrentarse a la vida desde la confianza radical en Dios. No es cuestión de ser optimista o pesimista. La esperanza es otra cosa. El creyente sabe y experimenta que en el seguimiento de Jesús y proseguimiento de su causa, en ese preparar el camino del Señor, Dios está viniendo. Y cuando todas las esperanzas humanas parecen apagarse, sabe que Dios sigue  viniendo en los trabajos y sufrimientos, gozos y alegrías, aspiraciones y luchas del mundo. Por eso, el creyente no se refugia en el disfrute alocado del momento presente, ni busca consuelo en un mundo artificial y engañoso, ni se hunde en un pesimismo destructor. Sencillamente, prepara el camino del Señor, negándose a entrar en caminos que no conducen a ninguna parte.
Y se esfuerza por liberar todas las fuerzas que bloquean el crecimiento y el progreso de una vida y un mundo más auténticamente humanos. Cada día es una nueva ocasión y una nueva posibilidad para hacer crecer entre nosotros el reino de Dios. En cada una de nuestras actuaciones, por pequeña que sea, estamos engendrando o abortando esa nueva sociedad.
Debemos ser, como Juan, mensajeros del Mesías y de su Buena Noticia. Pero muchas veces callamos y no damos testimonio, por la indiferencia que encontramos en nuestro entorno. Y en lugar de mensajeros que anuncian la buena noticia, nos convertimos en fontaneros del Reino, que se contentan con reparar lo viejo, lo de siempre, sin ofrecer novedades, que se resistan a cambiar, a recorrer y ofrecer caminos nuevos, para encontrarnos con Cristo, encontrándonos con sus hermanos, que son los nuestros.
3.- ¿Qué respuesta le voy a dar, hoy al Señor?
  • ¿Quién es Jesús para mí: un predicador famoso, un poderoso milagrero, o el Hijo de Dios?
  • En el evangelio de hoy, ¿hay algo que tiene que ver con mi vida de creyente?
  • Esta Navidad, ¿Qué cambio de vida me está pidiendo?  


Autor: Padre Felipe Mayordomo Álvarez, sdb.
Transcripcion: Jorge Mogrovejo

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