Domingo XXXIV Ciclo A 26 de Noviembre 2017
Evangelio Mt 25, 31-46
1.- ¿Qué nos quiere decir
Mateo, en este evangelio?
El centro de la predicación de Jesús fue el anuncio
del Reino. Jesús utilizó esta expresión 82 veces. Y no sólo lo anunció, sino
que lo inició con sus signos-milagros: liberando a la gente de la enfermedad,
del hambre, del miedo. El reino de Cristo está por encima del espacio y del
tiempo. Cristo rige la creación material por las leyes físicas y dirige la
comunidad humana con la ley del amor, sin coacción, porque quiere ser aceptado
libremente. El Reinado de Jesús no es un reinado político, pero es compatible
con cualquier forma de gobierno legítimo y justo que busque el bien común y la
sociedad del bienestar para todos.
Algunos gobernantes, hace años, consagraron
sus países al Sagrado Corazón de Jesús para que Cristo reinara en ellos. Pero
la única forma de instaurar el reino de Cristo, es instaurando la verdad y la
justicia social, desde una auténtica democracia.
Esta impresionante descripción del juicio
final, cuyos elementos están tomados de los Apocalipsis de la época, es la
conclusión de las tres parábolas precedentes, que hablan repetidas veces del
juicio, para exhortar a la vigilancia. Ahora el juicio aparece en primer plano.
Para Mateo, la venida del Señor es un acto de
discernimiento, en el que aparecerán las consecuencias del comportamiento que
se haya tenido mientras esperábamos la venida del Señor. Entonces aparecerá con
claridad la distinción entre el trigo y la cizaña, entre los peces buenos y los
malos, entre el criado fiel y el malo, entre las jóvenes previsoras y las
descuidadas, y entre los criados fieles a su señor y los que no lo fueron.
Mateo, nos ofrece una visión impresionante de
los últimos momentos de la historia humana con ese diálogo directo entre Cristo
y los seres humanos, colocados en dos grupos, los justos a su derecha y los
malditos, a su izquierda. Ahora sólo se dicta la sentencia, porque el proceso
judicial ya ha tenido lugar durante la vida, al aceptar o rechazar a las
personas más abandonadas.
Jesús se dirige a todos. Ante él comparecen
todas las naciones. También fuera del ámbito visible de sus discípulos, de su
Iglesia, hay ciudadanos del Reino, el “cristianismo
anónimo”. “Señor, ¿cuando te vimos
hambriento y te alimentamos...? Le dicen los que, sin haberle conocido,
vivieron los valores del Reino en la entrega y el amor a los más necesitados. A
este grupo de personas les recordamos en la Plegaria eucarística: “Aquellos cuya fe sólo tú conociste”. Y
a los malos que reclaman les dirá: “Os
aseguró que lo que no hicisteis a uno de estos más pequeños, no me lo hicisteis
a mi”.
La parábola no menciona la oración, ni la
comunidad, ni el culto, ni la eucaristía. Ni siquiera cita la fe en Jesucristo.
Pero eso no quiere decir que no sean importantes, o necesarios. Lo que este
texto pretende es darnos la clave definitiva, para desvelar lo que es esencial
del verdadero cristianismo y de la verdadera Iglesia, y que todo eso se juega
en la opción por los pobres,
en el amor a los pobres y marginados. Y que todo lo demás, sin esto, no sirve
para nada.
La exhortación de las parábolas precedentes a
estar vigilantes adquiere una gran fuerza a la luz de esta escena final. Estar
vigilantes y preparados es una llamada a vivir según el mandamiento del amor, a
unos cristianos que, en tiempos de Mateo, han descuidado su compromiso práctico,
para despertarles y recordarles que el destino de cada persona se decide en la
actitud que tenga ante los necesitados, ahora, en este tiempo que precede a la
venida definitiva del Señor.
“Ovejas y cabritos”. Es una imagen típica de Palestina. La naturaleza
de estos animales lleva a hacer la distinción: Las ovejas son símbolo de
dulzura y docilidad, su color blanco atrae y obedecen fácilmente al pastor. No
así las cabras, que son de color oscuro y se muestran ariscas, hurañas e
independientes. Dos grupos de animales, que siendo tan diferentes, siempre se
los ve juntos.
“La derecha y la izquierda” han servido siempre de signos convencionales
para marcar mayor o menor dignidad o preferencia. El infierno, que aparece es
este evangelio, es la maldición definitiva y eterna de los que nunca amaron con
hechos al prójimo. Es la negación absoluta del amor. El infierno empieza ya en
este mundo.
2.- ¿Qué mensaje nos trae
este pasaje y qué compromiso nos pide, hoy el Señor?
A.- Al atardecer de la vida me examinarán del amor.
No nos preguntarán cuanto sabemos de Dios, ni
cuanto hemos rezado, sino qué hemos hecho por los demás. “Lo que el texto
quiere subrayar es esta verdad fundamental: La relación del hombre con Cristo,
se juega en la relación del hombre con el hombre.” (C. Martini). La gran
revelación de este pasaje es que lo que se hizo, o se dejó de hacer a esas
personas, tenían como destinatario al mismo Cristo. El amor al prójimo es la
prueba más segura del amor a Dios: En este amor al prójimo es donde está en
juego el amor a Cristo. “El amor a Dios, demostrado en el amor al ser humano,
es el signo que permite reconocer la llegada del reino de Dios a este mundo y a
nuestra vida”. (E. Schillebeckx).
Cristo es rey y su reino no es de este mundo,
pero existe ya en él: Donde se anuncia su mensaje y se da testimonio de su
amor, allí está presente el Reino. “ El mensaje central de este evangelio es que la
construcción del reino de Dios pasa por la solidaridad con los más pobres. En
la medida en que vamos haciendo más humana, y más justa la vida de los
marginados, estamos construyendo el reino de Cristo y definiendo nuestra suerte
final.
B.- Tuve hambre, tuve sed, tiene traducciones modernas:
Yo era refugiado, emigrante en patria extraña,
alcohólico, estaba en paro, viví solo y triste, necesitaba instrucción y
consejo…. Las obras de caridad son respuestas de emergencia a necesidades
reales, y hay que hacerlas. Pero la principal tarea del cristiano debe ser
sanear las estructuras sociales y económicas, marcadas por el pecado, que
generan, las injustas situaciones actuales de marginación, y mantienen las
indignantes desigualdades sociales.
No podemos desconocer la dimensión social y
política de este evangelio. Aplicada esta parábola al mundo de hoy, es evidente
que se refiere no sólo a las obras de caridad, sino al compromiso sociopolítico
orientado a construir una sociedad libre, democrática, igualitaria y fraternal.
Porque ocurre, a veces, que uno hace por un lado muchas obras de caridad y por
otro sigue explotando, o apoyando situaciones contrarias a la libertad y a la
justicia.
Si Jesús es el Señor, el único Señor del
universo. A él le corresponde devolver al Padre el “mundo nuevo” salvado y
reconciliado. Para compartir el señorío de Jesús, para ser admitidos a su
derecha, hay que abrirse a las necesidades de los demás; reconocerle en el
pobre y el marginado y trabajar por un mundo solidario, una sociedad libre y
justa, abierta a Dios. Porque como dijo San Juan Pablo II en Canadá 1984, “El Sur pobre juzgará al opulento Norte.
Y los pueblos pobres y las naciones pobres -no sólo por la falta de alimentos,
sino también privadas de libertad y de otros derechos humanos- juzgarán a los
que les arrebataron sus bienes, acumulando para ellos el monopolio imperialista
del predominio económico y político a expensas de otros”.
Cristo y los pobres tienen mucho que decir
sobre la indiferencia, la frivolidad, la sutil crueldad de quienes acumulan los
bienes que arrebataron a los otros. La opción por los pobres es, sin duda, la
más adecuada reformulación, para nuestra sociedad y la Iglesia, de lo que Mateo
dice en este pasaje. Si nuestra vida se ha puesto en defensa de la vida de los
pobres, si nuestro sacrificio, abnegación y esfuerzo se han puesto al servicio
de los que tienen menos fuerza, si nuestro conflicto para ver y reconocer a Dios
han nacido de la entrega y la lucha para que los pobres bajen de la cruz,
indudablemente, en el día del juicio, escucharemos las palabras de Jesús: “Venid venditos de mi Padre”. Ellos son
el camino y el sacramento de nuestra salvación.
El Principio-Misericordia, de Jon
Sobrino es algo frontal, siempre presente y activo en la persona, que da una
determinada dirección y estilo a nuestra conducta. Vivir movidos por el Principio-Misericordia
es reaccionar ante el sufrimiento ajeno dejándolo entrar en nuestras entrañas y
en nuestro corazón con todas sus consecuencias. El sufrimiento ajeno, así
asumido se convierte en un punto de referencia para ver la vida desde la óptica
de los pobres, colocarnos a su lado y acompañarles en el proceso de
organización para sean ellos los protagonistas de su propia liberación.
La Iglesia no se identifica con el Reino, es
servidora, es levadura del Reino. A la Iglesia pertenecen todos los bautizados,
al Reino pertenecen todos los que trabajan para cambiar el mundo, para hacerlo
más humano y más justo para todos.
Podemos representar esta idea con dos
círculos. El primer círculo reprenda al Reino. El segundo círculo, que
representa a la Iglesia, lo trazamos sobre el primero pero dejando una parte
del círculo fuera del anterior. La parte del círculo Iglesia que queda dentro del
círculo, del Reino, son los que viven coherentemente el Evangelio. La otra
parte del círculo de la Iglesia que queda fuera del círculo del Reino, son los
bautizados que no viven el Evangelio.
Esta es la gran paradoja del cristianismo:
muchos que por el bautismo deberían estar con Cristo, no lo están, porque no
viven el Evangelio, y no están construyendo el Reino porque no luchan por un
mundo nuevo. Y por otro lado debe haber muchas personas que, sin pertenecer a
la lglesia, sin conocer el Evangelio, viven los valores humanos fundamentales:
la verdad, la justicia, la solidaridad, desde sus culturas, o religiones, o
desde su ateísmo. Todos estos están colaborando con Cristo, y todos pertenecen
al Reino porque lo están construyendo.
Si hay creyentes de otros grupos y hasta ateos
que están con Cristo, ¿vale la pana hacerse cristiano? ¿Cuál es la diferencia? Tengamos
muy claro que con Cristo sólo pueden estar los ateos buenos, los no cristianos
buenos y los buenos cristianos. Es decir los que viven los valores del
Evangelio, porque no se trata de creer o no creer, de rezar o no rezar, sino de
vivir. ¿Tiene alguna ventaja ser cristiano? Creo que sí. Diciéndolo de una
manera sencilla los cristianos tenemos el Evangelio de Jesús escrito, para que
no se pierda su mensaje y para que no cambie. Dios se ha revelado a todos de
muchas maneras. Todos tienen el Evangelio de la ley natural escrito en su
corazón, y en su cultura, aunque hayan perdido algunas páginas, o interpreten
otras a su manera. Nosotros tenemos en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia
como carta de navegación y un GPS que nos marca el camino seguro, y unos guías
que nos orientan y acompañan. Los otros tienen pista y planos, pueden encontrar
el camino, pero les resulta más difícil.
3.- ¿Cuál es, hoy, mi
respuesta al Señor?- ¿Qué novedades he encontrado en el evangelio de hoy?
- ¿Qué obras de misericordia deberíamos añadir para actualizar la lista del Evangelio?
- ¿Soy consciente de que ser buen cristiano me compromete ser buen ciudadano? Si la política es la única herramienta que tenemos para resolver los problemas sociales, ¿Qué deberemos hacer para depurar los egoísmos políticos, y para implicarnos más, como ciudadanos, en esas tareas cívicas que conciernen a todos y que tenemos resolver entre todos, para bien de todos?
Fuente: Comentario al Evangelio del P. Felipe Mayordomo Alvarez sbd
Resumen y Transcripcion: Jorge Mogrovejo M